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Francesc-Marc Álvaro | El que havia de passar
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04 ene 2016 El que havia de passar

Siempre estuve convencido –y me sabe mal acertar– que la CUP no investiría a Mas. ¿Por qué? Porque –como escribí a primeros de diciembre– la organización anticapitalista nunca había previsto que un proceso de secesión fuera liderado por un líder converso de centroderecha con el apoyo de clases medias de orden; su mito es el de una revolución hecha para destruir lo que ellos consideran “enemigos de clase”, aprovechando la desconexión. Los cuperos tampoco contemplaban que los resultados del 27-S les haría indispensables y les llevaría al choque entre la fraseología purista y la necesidad trágica de ensuciarse en la política real; al encontrarse con la llave en la mano, les ha dominado el pánico a romperse y la lógica amigo/enemigo. Por otra parte, si se observa la mecánica de la CUP en varias localidades, se comprueba que su meta es, en general, crecer desde la oposición antes que pactar para gobernar.

Más allá del espejismo construido por David Fernández (con el concurso de los convergentes) de una CUP psuquera, lo que ha pasado es lo que tenía que pasar. Pero la responsabilidad mayor es de los dirigentes de Junts pel Sí, que cayeron en la trampa populista cuando tenían que negarse a negociar con los cuperos mientras el veto a Mas no fuera levantado. Si lo hubieran hecho, y no hubieran firmado la declaración del 9 de noviembre, habrían podido explorar acuerdos con otros grupos del Parlament, a partir de un cambio de ritmo del proceso sin desdecirse de la independencia y con la prioridad de hacer crecer el 48% favorable a un Estado catalán.

Ahora bien, si no hay una jugada imprevista que daría protagonismo a Junqueras, iremos a nuevas elecciones, que ya no podrán ser presentadas como plebiscitarias. El marco de los nuevos comicios será el autonómico de siempre, subrayando el eje derecha-izquierda sobre el cual se añadirá el eje vieja-nueva política. Es un escenario que sólo ve con alegría –los tuits de ayer eran elocuentes– el mundo de Podemos, los comunes e ICV, que lo aprovechará para intentar forjar una mayoría de izquierdas con Ada Colau de presidenta de la Generalitat y con ERC y la CUP como socios de un eventual nuevo tripartito, a partir de una reformulación del derecho a decidir y la promesa de referéndum de los podemitas. La falta de sintonía entre el PSOE e Iglesias hace pensar que Iceta no se sumaría al artefacto, pero no hay que descartar acuerdos.

Doy por hecho que Junqueras, si volvemos a las urnas, no querrá reeditar Junts pel Sí, coalición que aceptó de mala gana el pasado verano. CDC tendrá que ir en solitario a la batalla, y antes deberá decidir si impulsa una refundación valiente (con ideas y caras nuevas) o se limita a un retoque cosmético. Si el centro soberanista no sabe reconstruirse con rapidez, puede haber una alta abstención de los moderados que se habían apuntado a hacer un país nuevo.

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