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Francesc-Marc Álvaro | Yaratullah Monturiol – A la frontera i gràcies a Déu
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03 dic 2000 Yaratullah Monturiol – A la frontera i gràcies a Déu

Descendiente directa de Narcís Monturiol, el inventor del primer submarino, esta catalana de 39 años se convirtió al islam en 1985. Elisabet dio paso a Yaratullah y en 1994 creó, junto a otras mujeres, la asociación Insha Allah (Si Dios Quiere),que trabaja en el estudio y en la promoción de la mujer musulmana. En 1999 fue una de las organizadoras en Barcelona del I Congreso de Mujeres Musulmanas. Dice que el islam le permite ser mejor, tomar conciencia de sus actos y disfrutar más de cada día.

La pregunta no puede ser otra: ¿Por qué una catalana de apellido tan arraigado como notorio se convirtió al islam? La respuesta que obtenemos es sencilla: “Era mi destino”. Estoy sentado en el suelo, encima de una alfombra, y voy descalzo. Tengo enfrente a una mujer amable, buena conversadora y bastante prevenida ante el periodista que quiere saber. A pesar de la desconfianza, la acogida es hospitalaria. El local de la asociación Insha Allah es un piso minúsculo en la calle Sant Pere Mitjà de Barcelona, cerca del Palau de la Música Catalana. Un par de ordenadores, unas sillas, cuatro estanterías repletas de libros y archivadores y, detrás de un biombo, una zona habilitada para orar. Es en este reservado donde me explica su proceso de conversión: –Empecé experimentando un Ramadán,s in pensar mucho en el islam en general. Por el ciclo lunar, por el vínculo del calendario musulmán con la naturaleza.

Empecé, más tarde, a tomar conciencia de muchas cosas. Observé que el universo no podía ser fruto del azar. Y encontré una coherencia en el islam.

Antes de todo esto, como les ocurre a tantas personas, la ciudadana Monturiol había atravesado una crisis religiosa en la adolescencia que le llevó a prescindir de esta dimensión trascendente. Católica bautizada, su padre hizo la guerra en el ejército de la República y las ideas familiares siempre fueron más o menos progresistas. La heterodoxia revolucionaria del antepasado político e inventor habían persistido, de algún modo, en el apellido. A pesar de la típica ruptura juvenil con las formas de la religiosidad circundantes, Monturiol no dejó nunca de sentirse atraída por lo espiritual a través del contacto con la naturaleza. Intuimos, acaso, en ella la sombra poco disimulada de una hippy tardía, a quien el desencanto de otros momentos pilló con un credo rebosante de respuestas. Y pegó el salto. Abrazó la fe de los musulmanes, de esto hace ya quince años. Hubo de todo:

–En mi casa, primero, se extrañaron. Luego ,a mi madre le pareció bien, porque ha visto que yo lo vivía como algo bueno. En la familia hubo todo tipo de reacciones y entre las amistades, también. Si perdí algunos amigos por mi conversión, fue porque no lo eran realmente.

Por su vestimenta, Yaratullah Monturiol podría ser una inmigrante de cualquier país magrebí. Usa velo y decidió dejar de vestirse al estilo occidental porque así se siente más acorde con su fe. Es un velo azul que encuadra un rostro expresivo, que sonríe fácilmente. Durante los primeros tiempos como fiel musulmana, se ponía y se quitaba esta prenda según el momento. Era inseguridad. Ahora realiza todas sus actividades mostrando su condición. Afirma que es una opción espiritual más y la desvincula de cualquier impostura folklórica o anecdótica. Aunque ella no lo ha usado nunca, defiende que las muchachas puedan utilizar el “chador”, incluso en la escuela, algo que levantó polémicas en Francia.

Por su aspecto, más de una vez la han tomado por extranjera. Al oírla responder en perfecto castellano o catalán, el interlocutor queda desconcertado. Y entre los musulmanes no deja de ser, asimismo, alguien diferente. Ella se sabe y ejerce como personaje ubicado en la frontera difícil entre culturas, religiones y costumbres alejadas. Esta condición se duplica al asumir un papel de mujer activa en la diversidad muchas veces discordante de las entidades islámicas en Cataluña y España. Aquí no faltan algunos imanes poco dados a tolerar que las mujeres se expresen con libertad.

Monturiol no pasó por la universidad pero hace años que se dedica sistemáticamente al estudio. Se considera una mujer de reflexión tanto como de acción. Acepta que se diga que su visión del islam es abierta y progresista, pero puntualiza que no puede ser etiquetada de feminista. Mantiene que son algunas interpretaciones cerradas del Corán y determinadas costumbres locales las que proyectan la imagen de un islam que somete a la mujer. Leo en Anne-Marie Delcambre que Mahoma, que era monógamo en La Meca, en Medina consolidó relaciones con diversas mujeres para asentar el incipiente Estado islámico. Ahí están los nombres de Aicha, de Hafsa, de Sauda,y de Zaynab, y a esta última parece que el Profeta amó más allá del interés político.

Yaratullah trabaja por las mañanas y dedica las tardes a su asociación. No quiere que se den datos de su trabajo, no quiere mezclar las cosas, dice. Está casada y es madre, pero tampoco quiere revelar la religión de su esposo. Llegamos a esta línea delicada cuando anochece y, según los preceptos, el fiel puede poner fin al ayuno del Ramadán, hasta que salga el sol. Yaratullah me invita a comer dátiles y tortas. He tenido el privilegio de escucharla diciendo el “salat” (oración) en árabe y he pensado que la suya fue una elección radical como hay pocas. No sé si lo suyo forma parte del pasado o del futuro.

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