ajax-loader-2
Francesc-Marc Álvaro | Subirachs – Fràgil dur de filferro i temps
4438
post-template-default,single,single-post,postid-4438,single-format-standard,mikado-core-2.0.4,mikado1,ajax_fade,page_not_loaded,,mkd-theme-ver-2.1,vertical_menu_enabled, vertical_menu_width_290,smooth_scroll,side_menu_slide_from_right,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.5,vc_responsive

31 dic 2000 Subirachs – Fràgil dur de filferro i temps

El pasado jueves se instaló la cuarta puerta de bronce de la fachada de la Passió de la Sagrada Família, obra del escultor Josep M. Subirachs, autor del centenar de esculturas que completan esta parte del templo ideado por Gaudí. A sus 73 años, el artista ha entrado en la recta final del encargo más complejo y ambicioso de toda su carrera, no exento de polémicas, como el conjunto del proyecto para finalizar el sueño del genial arquitecto modernista. Subirachs, que lleva catorce años viviendo a pie de obra, no se doblega. Se alimenta de su idea fija: acabar con el encargo que le hicieron y hacerlo bien Josep M. Subirachs es un esqueleto de alambre por donde circula el tiempo.

Es un irónico que administra con cuidado la expresión de su mirada subversiva, pero el interlocutor atento la detecta. En un adjetivo, en una exclamación por lo bajo, en un dato aparentemente marginal. Entonces, el artista frío y cerebral que huye de la frivolidad y de lo banal aparece como lo que es: el destilador ordenado e implacable de su propia pasión obstinada. Sus ojos no son tristes, aunque lo parecen. Son ojos de alguien que, a falta de un “Rosebud” en la infancia del Poblenou, ha pasado toda su vida haciéndolo con las manos. Como en el filme “Ciudadano Kane”, de su admirado Orson Welles, no hay nada en su tarea que haga porque sí. Josep M. Subirachs lleva catorce años viviendo en el templo de la Sagrada Família y dice que tiene todavía para un año y medio más, hasta terminar por completo la fachada de la Passió.

Anda estos días desmontando la pequeña y austera vivienda taller que desde enero de 1987 le ha acogido dentro del templo de Gaudí. Debe mudarse porque las obras prosiguen precisamente ahora en esta área. Ocupará muy pronto un piso cercano para acometer la recta final. El camino no ha sido fácil, pero se adivina en su manera de hablar al hombre que ha salido íntimamente victorioso de un reto de dimensiones poco habituales hoy. Muyalmargen de lo que digan del resultado la crítica y las gentes del mundo de la cultura. Como les pasa a muchas personas con una apariencia frágil y quebradiza, Subirachs muestra con sus palabras y su talante a un tipo duro, en permanente jaque a sí mismo, blindado ante las agresiones del exterior con un escudo transparente e irrompible. Ni cuando la polémica sobre sus esculturas desembocó en una manifestación en su contra, el 10 de julio de 1990, pensó en abandonar. Se lo dijo claramente a Sergio Vila-Sanjuán: –¡Sólo faltaría que un carnaval así pudiera cambiar la trayectoria de toda una vida! Pienso continuar, con más fuerza ymás rabia que nunca.

Subirachs ya fue polémico en sus comienzos, cuando se convirtió en el primer escultor que colocó obras abstractas en las calles de Barcelona, en los años cincuenta. De los últimos rifirrafes sobre su labor lo que quizá más le ha dolido ha sido descubrir que se giraban en su contra nombres a los que consideraba amigos. No lo cuenta con resentimiento, sino más bien como algo que ilumina inevitablemente esas zonas grises y tristes de la relación entre la gente. Tampoco parece importarle el silencio que sobre su trabajo pueda haber caído durante estos últimos años, extremo del que sí se quejan algunos de sus amigos. Se alimenta casi exclusivamente de su idea fija, su “dèria”, diría él en catalán. Acabar con el encargo que le hicieron y hacerlo bien, cuidando hasta los detalles más ocultos al espectador. Con el dictado de la labor pulcra que heredó de sus primeras influencias de corte “noucentista” y de su paso como aprendiz por los talleres de Enric Monjo y Enric Casanovas.

Juan-Eduardo Cirlot escribió que las obras de Subirachs “manifiestan principalmente la señal de una honda preocupación por el tiempo”. No es casual, pues, su gran afición al cine como arte del tiempo o que haya concebido los grupos escultóricos de la fachada de La Passió como partes de una narración que puede leerse dentro de un esquema fílmico. Explicando su trabajo a pie de obra, al lado de muchos japoneses curiosos, Subirachs se entusiasma con sordina, sin aspavientos, pero lo hace con una ilusión tangible. Señala aquí y allá, apunta a un detalle y vemos cómo todo él se mueve como si tuviera dentro un resistente alambre tenso que le estructurara. Así es cuando cuenta la anécdota de ese fósil de palma hallado dentro de la piedra de la primera figura que colocó en la Sagrada Família. Este escultor es un esqueleto de alambre por donde circula el tiempo en estado puro hasta salir mediante los golpes en la piedra.

Subirachs asegura que cuando termine su compromiso con la junta de la Sagrada Família será el momento de una gran exposición antológica de toda su obra. Cada día es más celoso de sus horas y se defiende como puede de un exceso de visitas e incluso hay cartas que tira antes de abrir. Ni ermitaño, ni prisionero, ni exiliado, Subirachs solamente ha llevado al punto de máxima densidad su capacidad de concentración. Lo hacía también en su taller de la carretera de la Arrabassada, pero aquí esto se ha multiplicado. Sin misticismos ni imposturas émulas de Gaudí, simplemente como una forma de vivir el proceso de la propia obra con una gran intensidad, hasta conseguir esa clarividencia rara que aparece tras una noche dedicada a poner punto final a cualquier tarea. Cuando todas las cosas cobran un relieve nuevo y captamos los sonidos y los movimientos más imperceptibles.

El guarda de seguridad le saluda con un “Bon dia, senyor Subirachs”. Él le responde como único habitante de un sueño.

Etiquetas: