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Francesc-Marc Álvaro | Odón Elorza Zahorí al país de la pluja
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07 ene 2001 Odón Elorza Zahorí al país de la pluja

La decisión del alcalde de San Sebastián, Odón Elorza, de organizar un concierto en homenaje a Ernest Lluch el próximo día 12 ha levantado la polémica. El PP ha criticado a Elorza, una figura que no encaja en los esquemas típicos del socialismo vasco. En la alcaldía desde 1991 y concejal desde 1979, este abogado de 45 años ha logrado ser una voz con peso específico dentro de la compleja escena política de Euskadi. Siempre a su aire y atento a las diversas sensibilidades que le rodean, se arriesga a salir de registro muy a menudo.

Una semana después del asesinato de Ernest Lluch, Odón Elorza estuvo en Cataluña dando una charla invitado por la   Universitat Autònoma de Barcelona. No fue fácil. El acto estaba previsto con anterioridad al atentado mortal contra el ex ministro, amigo personal del alcalde de San Sebastián. Elorza no quiso suprimir aquella sesión académica, al contrario. No va con su forma de ser el esconder la cabeza, está acostumbrado a dar la cara sin miedo. Su rostro se hizo popular en 1992, cuando se enfrentó directamente en la calle a un grupo que estaba que- mando autobuses. Los guardaespaldas que le acompañaban no pudieron frenarlo y se hicieron famosas las imágenes de un hombre joven y encorbatado, calvo y flaco, que corría para frenar la destrucción salvaje de la propiedad pública. Aunque sus conocidos le definen como un hombre frío y de temple, aquel día le pudo la pasión donostiarra y se le sublevó la fibra intersticial contra el vandalismo adornado de consignas.

Y es que uno de los motores de la vocación política de Elorza es hacer de su ciudad ese sitio especial en el mapa. No es casualidad que su Donosti encabece desde hace años las listas de los mejores lugares de las Españas y de Europa por calidad de vida y servicios. Las intervenciones del Ayuntamiento en el casco viejo, en equipamientos culturales, en rehabilitación arquitectónica han hecho de esa ciudad una urbe que ofrece mucho dentro de unas dimensiones humanas, estimables, casi renacentistas. El segundo motor que propulsa la actividad del munícipe donostiarra es intentar convencer a las gentes de su partido de que cualquier proyecto socialista para Euskadi no puede dejar de ser vasquista. Está muy seguro de ello, pese a que no soplan vientos favorables a sus tesis en el PSE. Frente al socialismo clásico vasco, que manda en las siglas con puño de Redondo Terreros, él mantiene una bandera minoritaria que le ha costado críticas y quedarse fuera de la dirección del partido. Para el socialismo vizcaíno, de corte obrerista como corresponde a la margen izquierda de Bilbao, Elorza representa un tipo excéntrico, empeñado en una búsqueda difícil: la de una tradición izquierdista más abierta, que se pueda amalgamar con unos mínimos consistentes de vasquismo. Su figura es la de un zahorí incansable que rastrea las aguas subterráneas de una centralidad política que no criminalice al nacionalismo. En el país de la lluvia, hoy los extremos tensan la cuerda más que nunca. Alguien que quiera aflojarla resulta sospechoso para muchos. Sobre todo para los jefes de su partido, dispuestos a correr el riesgo electoral de ser confundidos con los líderes del PP antes que dar algo de aire al PNV. Elorza recuerda que los suyos se sentaron, no hace mucho, en el Gobierno vasco junto a los nacionalistas. De pactos, él sabe mucho, pues ha gobernado en el Consistorio de San Sebastián con las más variadas combinaciones desde junio de 1991. El diccionario nos indica que otra acepción de zahorí se aplica a la persona muy perspicaz, que adivina lo que otras piensan o sienten. También aquí le vale el oficio. Esto le ha servido para ser un hábil y florentino navegante en un lugar poco dado a las sutilezas y encajes finos.

De todo este bagaje surge el alcalde carismático como líder social más allá o más acá de las siglas. Algo siempre difícil de en tender para los aparatos partidarios. Muy seguro de todas sus decisiones, fue diana de graves críticas cuando no asistió a la manifestación que la plataforma ¡Basta Ya! convocó el 23 de septiembre de 1999, precisamente en Donosti. A causa de los ataques que surgieron entonces hacia su persona desde el PSE y el PSOE, Elorza escribió una carta a Rodríguez Zapatero en la que se dolía de que su partido no hubiera sido capaz de amparar su opción y hubiera tolerado, en cambio, su linchamiento público. Pese a aquello, no quiere distanciarse del nuevo secretario general del PSOE. Le puede ayudar a evitarlo su excelente relación con Pasqual Maragall, alguien de ascendente sobre el nuevo líder del socialismo español. Elorza es amigo del alcalde de Girona, Joaquim Nadal. Ambos gobiernan ciudades rodeadas de un entorno mayoritariamente nacionalista y lo hacen sin complejos ante las cercanas metrópolis. Dentro del socialismo, ambos propugnan un máximo desarrollo autonómico y están en las antípodas de las lecturas hegemonizadoras de los Rodríguez Ibarra, Chaves y Bono.

Amante de la buena mesa, del diseño y de pasear por la montaña, su voz distinta se hace escuchar. Es el testimonio, incómodo, de un país todavía posible.

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