ajax-loader-2
Francesc-Marc Álvaro | El bingo de joguina
4499
post-template-default,single,single-post,postid-4499,single-format-standard,mikado-core-2.0.4,mikado1,ajax_fade,page_not_loaded,,mkd-theme-ver-2.1,vertical_menu_enabled, vertical_menu_width_290,smooth_scroll,side_menu_slide_from_right,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.5,vc_responsive

28 oct 2011 El bingo de joguina

La foto que este diario publicó ayer en la página 22 lo mostraba perfectamente: las personas que formarán parte del tribunal popular que juzgará por el caso Gürtel al ex presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, fueron elegidas en un sorteo realizado con un bingo de juguete. Tal como suena: un bingo de esos que se regalan a las criaturas, supongo a fin de que las nuevas generaciones se vayan aficionando a la cultura del esfuerzo y las bellas artes, que nunca está de más aprovechar los ratos de ocio para transmitir buenos hábitos de cara a la vida adulta. ¿Era necesario que fuera un bingo de juguete lo que debía utilizar el señor secretario de la sala de lo civil y penal correspondiente? Es sabido que las empresas valencianas del ramo merecen todo el apoyo que haga falta, porque representan muchos puestos de trabajo y porque fabrican juguetes de una calidad que está lejos de los productos chinos, pero los funcionarios de la Ciudad de la Justicia de Valencia se han dejado llevar por las buenas intenciones y han hecho un flaco favor a la credibilidad del sistema judicial.

La judicatura no es precisamente la institución que disfruta hoy de más prestigio en las Españas, con razón o sin ella. La lentitud y la falta de recursos de la justicia, más el acusado partidismo y corporativismo de las cúpulas de sus organismos dirigentes, proyectan una imagen poco afable de este mundo. Para acabar de arreglarlo, al lado de jueces y fiscales que trabajan con seriedad, también hay algunas figuras extravagantes, casi autoparódicas, que parecen salidas de las más finas estampas costumbristas del siglo XIX o de las películas más corrosivas de Berlanga. Un panorama de este tipo no deja margen para ningún error, ni en el más mínimo detalle. Porque los detalles acaban convirtiéndose a menudo en metáforas involuntarias. La metáfora del bingo de juguete relacionado con el jurado popular que debe valorar el papel de Camps en el caso Gürtel no hace otra cosa que reforzar una idea muy extendida: todo es como de broma. Una cosa es hacer justicia y otra es jugar a hacerla.

Hay quien cree que los detalles son accesorios y, entonces, no tiene ningún problema en hacer el sorteo de un jurado popular con el juguete que los Reyes Magos le dejaron en el balcón de casa. También hay padres de la patria que confiesan –se supone que sin ingerir antes sustancias químicas– que España habría ido mejor si los catalanes hubiéramos ocupado el lugar de los amigos portugueses en 1640, una hipótesis que nunca es tarde para que (con buena voluntad) se convierta en feliz realidad. Otros, en cambio, somos de la opinión que ciertas anécdotas reflejan claramente la categoría de un determinado fenómeno. En fin, si yo fuera Camps, ver el bingo de juguete en manos de un señor con toga me habría relajado mucho, más que ingerir de golpe diez cajas de valium.

Etiquetas: