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Francesc-Marc Álvaro | El bot salvavides
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28 nov 2011 El bot salvavides

Catalunya necesita contar con un partido de centroizquierda sólido que articule una parte importante de la representación democrática. Este papel, desde el año 1977, lo ha venido ejerciendo el PSC. Los socialistas catalanes, sin embargo, también han querido ser otra cosa, no menos importante: la rótula orgánica entre el poder central español y el poder autonómico. En esta segunda misión han fracasado, a pesar de haber dispuesto de ministros y de un vicepresidente como Serra; el votante casi siempre ha preferido que los intereses catalanes sean defendidos en Madrid por una formación con el centro de decisión final en Barcelona como es CiU, federación especializada en «lo nuestro». Con todo, el peso municipal del PSC y su alianza con el PSOE han sido, hasta hace poco, el origen de la alta concentración de poder acumulado por los socialistas indígenas.

Este mundo parece acabarse. Después del espejismo que representó alcanzar la presidencia de la Generalitat mediante un pacto con ERC e ICV, el fuerte retroceso en las últimas municipales y el derrumbe del 20-N colocan al socialismo catalán en una encrucijada nunca vista. De los tres grandes retos que debe abordar el PSC (redefinición de proyecto, reconexión con un país que cambia y renovación de personal dirigente), lo que estamos viendo tiene que ver sólo con las caras. La gestión de la travesía del desierto se está haciendo sin disimular que, para muchos miembros de la actual cúpula, todo se reduce a una cuestión de supervivencia personal. Lo ilustra de manera descarnada que en los primeros lugares de las listas de las generales se hayan refugiado los principales cargos orgánicos, como quien sube al bote salvavidas cuando el barco naufraga. También contribuye a dar esta sensación la tozuda voluntad del ex president Montilla de ir al Senado, un movimiento que ha cosechado mucha oposición.

Iceta ha movido pieza y se ha roto la alianza entre él, Montilla y Zaragoza, núcleo duro del aparato desde 1994. Mientras, el alcalde Navarro encarna el retoque cosmético bendecido por los que han llevado las siglas al desastre, el alcalde Ros se postula sin conocer la máquina y Elena propugna un futuro apadrinado por una figura tan caduca como Obiols. Y los de la generación BlackBerry no se sienten fuertes para plantar cara y los catalanistas más notorios de la casa se lo miran todo de lejos. Para acabar de aliñarlo, Chacón, como si no supiera su triste resultado en las urnas, quiere liderar el PSOE, lo que la obligará a instrumentalizar el PSC para librar su particular combate. Para las bases, el panorama es descorazonador.

¿Y si ahora fuera el momento, como quería Maragall, de construir un Partido Demócrata que, sin subordinarse nunca más a Ferraz, decidiera levantar la bandera de lo nuestro desde el centroizquierda como lo hace CiU desde el centroderecha? Me temo que hay demasiada gente en el bote salvavidas para pensar y actuar con imaginación y audacia.

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