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Francesc-Marc Álvaro | Rajoy passa de Catalunya
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20 dic 2011 Rajoy passa de Catalunya

Dijo que su estilo será el diálogo. Añadió que su imperativo será decir siempre la verdad. Palabras solemnes, molduras de yeso pintadas de dorado. Como si fuera un tecnócrata supuestamente aséptico en vez de un gobernante surgido de las urnas, en su discurso de investidura, Mariano Rajoy ofreció ayer un conjunto de recetas políticas sin querer hablar de política. Una intención en la cual colaboró el socialista Rubalcaba, en una intervención amojamada que parecía destinada a evitar, por encima de todo, que el PSOE se hiciera más daño de la cuenta. Y a explorar pactos de Estado, de esos que siempre lucen. 

¿Y las cosas de Catalunya? Vale más que tomen asiento, no sea que se cansen ustedes de esperar. El nuevo presidente del Gobierno de las Españas dedicó sólo «breves comentarios» a las demandas catalanas, expresadas por Duran Lleida con una reiteración tan minuciosa como escasamente atendida por el dirigente popular. Ningún compromiso concreto, más allá de admitir que escuchará. Como diría la abuela, el gallego nos dará largas. Cuando se le mencionó el pacto fiscal, Rajoy mentó la necesidad de crear empleos y cuando se le recordaron los 759 millones de euros procedentes de la disposición adicional tercera del Estatut replicó que él se limitaría a cumplir la ley, como haría –puntualizó– con todas las autonomías. Sobre el Estatut, no hay cambios: el líder del PP piensa hoy lo que pensaba cuando llevó al Tribunal Constitucional el texto que fue votado por el pueblo catalán. Todo esto va aliñado con la bandera de la igualdad entre españoles, el anuncio de unificar políticas educativas y la voluntad de reformas de fondo que eviten duplicidades de administraciones. La sombra de la recentralización se proyectó ayer como lo más natural del mundo. 

CiU fue la fuerza más votada en Catalunya las últimas generales porque muchos electores entendieron que la federación es la opción más útil para defender los intereses de una sociedad que paga al Estado más de lo que recibe. Duran Lleida lo sabe y guarda en la memoria las consecuencias nefastas que originó el voto favorable de los nacionalistas a un Aznar que, en el 2000, tenía mayoría absoluta. A la vista de la desgana de Rajoy, la abstención de CiU sería un regalo incomprensible, incluso teniendo en cuenta que Mas necesita que los populares le apoyen varios proyectos en el Parlament, empezando por los presupuestos. Rajoy ha buscado el voto en contra de CiU, él sabrá a santo de qué.

El año próximo, el Ejecutivo español quiere celebrar como es debido el bicentenario de la Constitución de 1812 . Quizás el espíritu de la Pepa, poco tendente a la pluralidad nacional, se ha hecho fuerte en la barba del futuro presidente.

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