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Francesc-Marc Álvaro | L’imam «moderat»
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23 mar 2012 L’imam «moderat»

El director de La Vanguardia terminaba su columna de ayer subrayando que el imán de Terrassa que echa sermones aconsejando que se pegue a las mujeres era considerado un clérigo «de talante moderado». El asunto pone en evidencia la siempre sorprendente distancia entre la realidad embrollada de las cosas y las etiquetas que utilizamos para designarla. Lo que pasa es que decir de un imán (o de un cura, un político, un periodista, o un entrenador) que es moderado permite relajarse e incluso bajar la guardia. Calla, tú, que estamos en manos de los moderados. Queremos vivir sin congojas y la moderación -real o falsa- es un tranquilizante de primer orden y ahorra mucho trabajo a las autoridades competentes.

¿Qué significa ser moderado? Depende de quién lo diga, claro está. Para algunos, yo soy un columnista moderado y para otros, en cambio, soy extremista o radical (me gusta ser radical, porque implica intentar ir a la raíz de los asuntos), aunque eso debe variar también en función del día y de la cuestión tratada. Y se me critica a la vez -no me quejo- por ser moderado y por ser extremista, lo cual indica lo discutible de algunos calificativos. Más allá de mi modesta circunstancia, la moderación como atributo no significa nada en sí misma. O también puede querer decirlo todo.

¿Hablamos de moderación en el fondo o en la forma? ¿Quién no ha conocido totalitarios, sectarios y gente tóxica con una buena educación ejemplar? Moderadamente se pueden perpetrar crímenes enormes, algo que ocurre cada día. ¿En qué es supuestamente moderado Abdeslam Laarusi? A la vista de lo que ha dicho ante sus fieles, la moderación quizás radica en el tamaño de su barba.

Una hipótesis inquietante es que alguien haya pensado -quizás- que este tipo era el mal menor porque -con toda seguridad- debe de haber imanes peores, todavía más abiertamente machistas, más reaccionarios y más bárbaros, si eso es posible. En este sentido, este clérigo sería moderado, en comparación con algún colega suyo más fanático y menos dotado para el disimulo. La moderación entre ciertas categorías es un misterio insondable. En Cunit, por ejemplo, durante el mandato municipal anterior, el líder de la comunidad musulmana del pueblo despreció y amenazó a una mediadora del Ayuntamiento y no faltó quien -como hizo la antigua alcaldesa- explicara las virtudes del personaje.

¿Quién paga a los imanes? ¿De dónde provienen? Estas son las preguntas clave. Yo no quiero que un imán sea moderado o deje de serlo, eso no me interesa. Quiero y exijo que acepte sin reservas los valores básicos de nuestra sociedad y, por lo tanto, las leyes y derechos fundamentales que de ellos se derivan. Quiero que sea un ciudadano, ni más ni menos.

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