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Francesc-Marc Álvaro | CDC, tres problemes
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26 mar 2012 CDC, tres problemes

Es como lo de mirar el dedo cuando este señala la luna. Se insiste en que el gran problema de CDC, y por extensión de CiU, es que hace bandera de un soberanismo tranquilo pero explícito mientras pacta con el PP. Se dice que esta situación es incoherente y también hay voces que denuncian un exceso de gesticulación identitaria de convergentes y populares para disimular esta coincidencia en lo económico y social. Estos análisis olvidan que las disciplinadas bases de CDC entienden perfectamente la diferencia entre el acuerdo instrumental y la apuesta estratégica. Son valoraciones que también desprecian el hecho de que los votantes de CiU saben que la gestión responsable obliga a trabajar con lo que puedes y no con lo que quieres.

Dicho esto, el 16.º congreso de CDC, cerrado en un clima de unidad y cohesión que querrían todos los partidos, pone de relieve tres graves problemas.

El primer problema de la organización que a partir de ahora dirigirá Oriol Pujol Ferrusola es la creciente fractura entre una militancia declaradamente independentista (el 91% de los delegados en este congreso así lo han expresado) y un electorado mucho más diverso donde sólo la mitad se decantaría por el divorcio Catalunya-España. Artur Mas, que es el primer presidente catalán que se ha manifestado personalmente a favor de la secesión (lo hizo cuando votó en la consulta informal realizada en Barcelona el 10 de abril del año pasado), es consciente de que la fuerza de CDC y de CiU ha sido y es sumar y «dirigirse a y representar a una gran mayoría». Parece que el reto de la nueva CDC es ir hacia un cambio de statu quo sin correr más que el conjunto de la sociedad catalana.

El segundo problema es la negociación de un nuevo pacto fiscal, que cuenta con un apoyo ciudadano del 76% y que es una bandera que Mas ha levantado con tanta convicción que le obliga a rehusar cualquier posible apaño o componenda que Rajoy pueda poner encima de la mesa para salir del paso sin estropicios. En este asunto, CiU hace una cosa que en Madrid irrita y desconcierta por incongruente: vende el nuevo pacto fiscal como el freno efectivo de la agitación independentista pero, a la vez, solemniza que no renuncia a alcanzar un Estado propio. ¿La independencia soñada por los convergentes es, pues, una amenaza táctica o una aspiración irrenunciable?

El tercer problema de CDC es que, si bien es cierto que acumula la mayor cantidad de poder de toda su historia, en todas partes necesita establecer acuerdos para gobernar, lo cual le obliga a difíciles equilibrios y cesiones, sobre todo a unos populares que también tienen más poder que nunca y que cuentan siempre con CiU para legitimar las reformas de Rajoy. Todo esto convierte la misión de Mas y Pujol Ferrusola en algo más que una navegación inspirada por Kavafis.

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