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Francesc-Marc Álvaro | Banderes i asimetries
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25 may 2012 Banderes i asimetries

Pretendía escribir un artículo sobre la sorpresa y la gracia que siempre me produce oír que no se puede mezclar política y deporte -algunos lo dicen solemnemente y quizás se lo creen- porque así se echa a perder la nobleza de la competición y dale. Como si el deporte no hubiera surgido -piensen en los griegos antiguos- como una continuación de la política y la religión. Iba a escribir un papel sobre esta manía absurda, pero hay algo que me interesa más porque entra en el terreno de la falacia, la desmemoria y la propaganda del nacionalismo español.

Se ve que algunos llevan muy mal que haya -dicen- una mayor tendencia a pitar La Marcha Real que los himnos catalán y vasco o a quemar la bandera del Estado que las de estas dos naciones hoy todavía dentro de España. No lo entienden, pobrecitos, y eso que algunos de los que sostienen esta tesis son ideólogos de partidos autodenominados «no nacionalistas». Piensan que esto constituye una «desagradable asimetría» de los símbolos y desean que llegue el día glorioso en que banderas e himnos de los «autonómicos» puedan ser también objeto de escarnio público con normalidad.

Seamos pedagógicos y pacientes con quien muestra tanta ignorancia.

Dejando de lado que, como sabe todo el mundo, los ataques a la condición y símbolos de los catalanes se producen dentro y fuera de los campos de fútbol en muchos lugares de este bonito y feliz reino que pagamos entre todos (alguna empresa importante de Catalunya incluso ha sido calificada de extranjera desde Madrid), hay base histórica (bien documentada) que explica porqué los símbolos del Estado no son exactamente iguales hoy que los de Catalunya o Euskadi.

Durante muchos y muchos años, Els Segadors fue un himno absolutamente prohibido. Durante muchos y muchos años, poner una bandera catalana en un balcón de una casa o de un edificio oficial también estaba prohibido. Durante muchos y muchos años, la lengua catalana era sistemáticamente perseguida, censurada y excluida de la vida pública y te podían multar, encarcelar y pegar cuatro hostias si la utilizabas. Durante muchos años, la catalanidad (excepto en algunas reducciones folklóricas toleradas) sufrió un intento de destrucción por parte de la España oficial. Repito: la catalanidad y no sólo el catalanismo se convirtió en víctima del franquismo.

Todo esto es sabido por la mayoría de personas que viven y trabajan en Catalunya y también ha sido muy estudiado por expertos acreditados. Incluso lo conoce bastante gente bien informada de toda España y Europa. Con todo, resulta que este debate es todavía más sencillo: la gente pita, especialmente, aquellos himnos y banderas que representan un poder que quiere imponerse a partir de ahogar y eliminar las diferencias.

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