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Francesc-Marc Álvaro | Manifestar-se a títol personal
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27 ago 2012 Manifestar-se a títol personal

Nunca, ni en el actual Gobierno de Catalunya ni en ninguno de los anteriores, ni aquí ni en ninguna sociedad democrática y civilizada, las personas que ejercen altas responsabilidades políticas pueden separarse de su cargo cuando, justamente, se expresan sobre algo sensible y de interés general. Es de manual. Ningún conseller ni ningún ministro (ni ninguno de los cargos inmediatamente inferiores) pueden decir, por ejemplo, que toman parte en una manifestación a título particular. No tiene sentido.

A raíz de la eventual presencia de miembros del Gabinete Mas en la manifestación de la tarde del 11 de septiembre, se ha mareado mucho la perdiz. No sé si mañana, finalmente, el Govern dará una posición oficial, clara y unánime al respecto, pero no hay que perder más tiempo especulando sobre si el cargo es un traje de quita y pon. Como sabe todo el mundo, si Artur Mas acaba yendo a la manifestación de la Diada, quien se manifestará será, con todas las consecuencias, el presidente de Catalunya y eso también es aplicable a todos los consellers, secretarios y directores. Nada que ver con la presencia, por ejemplo, del presidente o de un conseller en la fiesta de fin de curso de los hijos, acto, este sí, estrictamente privado.

No acabo de entender este tipo de polémicas. Sobre todo porque Mas ya rompió el gran tabú cuando votó (con la papeleta del «sí») en la consulta popular sobre la independencia que se celebró en Barcelona el 10 de abril del año pasado. Hay que añadir que lo hizo unos días antes de la jornada central, a primera hora de la mañana y sin cámaras, lo que algunos sectores criticaron. Sus colaboradores quisieron vender en balde la idea de que se trataba de un gesto personal sin implicación institucional. Más allá de estas prevenciones ingenuas, la realidad es rotunda: Mas es el primer presidente de Catalunya que, en ejercicio del cargo, se ha pronunciado favorablemente por la secesión en un referéndum informal, pero con innegable carga simbólica. No hay que verter más eufemismos al carro.

A partir de aquí, el Govern debe valorar lo que hace el 11. Pero no puede simular que cada día empieza todo de cero, como si el ciudadano no tuviera memoria. Es tan cierto que el independentismo es una respuesta creciente dentro de la sociedad catalana como que no todos los catalanes son independentistas. Como también es innegable que sólo este independentismo sin partido parece estar en disposición de plantar cara mediáticamente (y emocionalmente) a las políticas del Gobierno español que hacen más pequeño e inservible el autogobierno.

La fábrica de independentistas está en Madrid. Eso provoca que Mas, el Govern y CiU estén a menudo en fuera de juego. A partir de ahora, ¿sabrán evitarlo?

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