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Francesc-Marc Álvaro | Molts que anem al teatre
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14 sep 2012 Molts que anem al teatre

Los datos son buenos: aumentan los espectadores de las artes escénicas en Barcelona y especialmente los del teatro de texto, por encima de los 108.000 más durante la temporada pasada, según las empresas del sector. Es una excelente noticia, sobre todo en un contexto de crisis que hace que todo el mundo se lo piense dos veces cuando hay gastos que no son de primera necesidad. Habrá que ver cómo, a partir de ahora, la subida del IVA afectará a la buena salud de una actividad cultural y de negocio muy potente y por la cual Catalunya también es reconocida internacionalmente.

Fabricar espectadores no es fácil, como sabe cualquiera que se dedique a ello. ¿Cuál es la clave del éxito actual del teatro catalán? Supongo que, además de la alta calidad de los autores, directores y actores, parece que la popularización del hecho de acudir al teatro está vinculada a factores tan diversos como la venta de entradas a través de cajas de ahorros, el acierto a la hora de promover una oferta variada, y el papel de Televisió de Catalunya en la creación de un pequeño star system que ha conectado con mucha gente que antes, quizás, no tenía el hábito de salir de casa para ver una representación teatral. Todo eso influye, más la tarea heroica que desarrollan los teatros de fuera de Barcelona.

Con todo, y si aprovecho mi circunstancia personal para entender las razones de este auge de público, debo decir que todo eso sería diferente sin el peso de una arraigada tradición teatral presente en pueblos y ciudades catalanas, con centenares de personas que hacen teatro amateur y que, muchas veces, alcanza una calidad sensacional. Que los padres, hermanos u otros familiares hagan o hayan hecho teatro ha introducido este veneno en muchos de nosotros. Algunos hemos visto de cerca la función por detrás y eso, cuando se tienen pocos años de edad, puede llegar a fascinar.

¿Qué esperamos al entrar en un teatro? Que todo lo que pasará en el escenario tenga una dosis de verdad considerable que nos haga vivir un momento único, en otro lugar y quizás en otra época. He ahí el reto de esta forma de mentira estilizada que permite que las sociedades digieran a sus demonios y acaricien a sus ángeles. Cada vez que compro una entrada, tengo la ilusión de que podré penetrar en mundos nuevos, que me sorprenderán.

La pasada temporada tuve la suerte de presenciar espectáculos excelentes, que te hacen olvidar que eres un simple espectador en la butaca. En uno de estos, Mequinensa, a partir de textos del desaparecido Jesús Moncada, con dramaturgia de Marc Rosich i Xicu Masó, en el TNC, comprobé nuevamente que el gran teatro no sólo te hace vivir intensamente otras vidas sino que ensancha la tuya, tanto que podrías perderte por los siglos de los siglos y nunca te darías cuenta de ello.

 

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