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Francesc-Marc Álvaro | Desempat i errors
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03 dic 2012 Desempat i errors

Una de las razones del adelanto electoral que decidió Mas y que ahora pocos parecen recordar era la necesidad de traducir en votos el estado de ánimo de la calle del Onze de Setembre. Las elecciones del pasado 25 han servido para saber qué representa hoy en la sociedad catalana el movimiento que consiguió movilizar a un millón y medio de personas durante la Diada detrás de una pancarta que llevaba un lema tan claro como «Catalunya, nou Estat d’Europa».

Hay que hacer números, sumas y restas, para evitar confusiones y malentendidos. Ayer, el compañero Carles Castro ofrecía en este diario dos jugosas páginas de análisis de datos. Con todas las cautelas que correspondan a la hora de hacer extrapolaciones automáticas, los últimos comicios son la encuesta más completa y fiable que tenemos, de momento, sobre lo que podría pasar en un futuro referéndum sobre la independencia de Catalunya. Soberanistas y españolistas, dirigentes de Catalunya y de Madrid, triunfalistas y derrotistas, todo el mundo debería evitar los excesos en el blanco o el negro. Hay mucho gris.

En un contexto de participación más alta que nunca, el independentismo explícito (1.781.460 papeletas) crece con respecto a lo ocurrido hace dos años en más de 257.000 votos y consigue 74 escaños del Parlament, pero eso representa el 49,12%, lo cual señala que un referéndum realizado en estos momentos no aseguraría la victoria de los partidarios del divorcio Catalunya-España. Tampoco los partidarios del españolismo explícito (PP y Ciudadanos) pueden estar muy satisfechos porque sus 746.122 papeletas sólo son el 20,57%, cifra que llegaría al 35% si añadimos los sufragios obtenidos por el PSC, contrario a crear un Estado catalán al margen del español.

Por otra parte, cualquier proyección de estas cifras presenta tres incógnitas de peso considerable: el comportamiento en un referéndum de los votantes de ICV, el de los que se identifican con Unió más que con CDC y el de los heterogéneos votantes de un PSC muy tocado.

Si tomamos la metáfora clásica de Gaziel, debemos concluir que el camino hacia el desempate Catalunya-España se clarifica después del 25-N pero no lo bastante. El soberanismo es el proyecto dominante de la política catalana pero le falta más musculatura social, el españolismo coge impulso pero no articula una alternativa y, sobre todo, hay franjas que se mantienen en la indefinición, porque están cómodas así o desconfían de la polarización. Cuidado. El error de los poderes españoles es creer que el retroceso de Mas es igual a desinflamiento soberanista. El error de las élites empresariales es pensar que podremos volver al paradigma del «peix al cove». Y el error del soberanismo es creer que ampliar la mayoría favorable al Estado propio depende sólo del voluntarismo.

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