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Francesc-Marc Álvaro | El lingot de Díaz Ferrán
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07 dic 2012 El lingot de Díaz Ferrán

Díaz Ferrán ya ha ingresado en prisión. El hombre que hacía apología alegre del trabajar más por menos resulta que no se dedicaba a crear riqueza sino, presuntamente, a la delincuencia. El que fue presidente de la patronal española tiene más relación con los valores de la piratería y del saqueo que con lo que los sabios denominan hoy la responsabilidad social de la empresa. Toda una lección moral que supongo se explicará en las escuelas de negocios de aquí, entre las mejor consideradas de Europa. Porque la fábula es muy vistosa, ciertamente. De la peripecia de quien fue enaltecido como empresario de éxito hay detalles que se van conociendo que tienen su miga. Por ejemplo, el tipo guardaba en su casa un lingote de oro mientras se declaraba oficialmente insolvente.

No sé si hay mucha gente que acostumbre a guardar lingotes de oro bajo las baldosas de la cocina. Esconder billetes parece más habitual. Me dice un amigo que conoce estos asuntos que los simples asalariados no podemos siquiera imaginar la larga lista de sistemas y métodos (legales, ilegales y alegales) que existen para ocultar el dinero. Hay realidades que la inmensa mayoría desconocemos. Recuerdo que hace unos años, antes del estallido de la crisis, quería comprar una vivienda y uno de los posibles vendedores me hizo una pregunta que, en aquellos tiempos, era típica: «Y, así pues, ¿cuánto será en negro?» Dado que ninguno de mis ingresos escapaban a los ojos todopoderosos del ministerio de Hacienda, me levanté inmediatamente y -movido por el espíritu del protestantismo nórdico y el sentido común- respondí: «No será nada en negro, porque resulta que un servidor es como el detergente del anuncio: blanco sobre blanco y, más allá, sólo blanco». Mi interlocutor me miró como si yo fuera un marciano. Huelga decir que aquel individuo y yo no hicimos negocio alguno.

En fin, volviendo al caso que nos ocupa, me pregunto qué hacía Díaz Ferrán con el lingote: ¿se lo miraba cada día antes de acostarse? ¿Lo tocaba con concupiscencia? ¿Lo enseñaba a las amistades mientras se choteaba de sus empleados? Una joya te la puedes poner y una pintura la puedes admirar, pero un lingote… Ángel De Cabo, presunto cómplice de las fechorías de Díaz Ferrán, tenía gustos más clásicos, no menos horteras: guardaba en casa dos trofeos de caza, un elefante y una jirafa.

Leo que el expresidente de la CEOE viajaba a Valencia cada dos o tres semanas para recibir cien mil euros mensuales en negro del mencionado De Cabo, de acuerdo con lo que habían pactado. Me gustaría mucho saber todos los detalles sobre Díaz Ferrán cuando pasaba a recoger el sobre. ¿Tenía tiempo de ir, por ejemplo, a comer un arroz con judías y nabos al restaurante Casa Carmina? Porque, si no puedes hacer cosas así, ¿de qué te sirve robar tanto?

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