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Francesc-Marc Álvaro | Nous votants
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10 dic 2012 Nous votants

Uno de los fenómenos más interesantes de las últimas elecciones al Parlament es el aumento espectacular de participación y su efecto directo más relevante: la ruptura del abstencionismo diferencial en los comicios autonómicos. Desde 1980, se había constatado que una parte importante de ciudadanos que participaban en las generales dejaba, en cambio, de hacerlo sistemáticamente cuando se trataba de elegir a los representantes en la Cámara catalana. Todas las teorías sobre este asunto llegaban a la misma conclusión: una parte de población no se siente concernida por las instituciones de autogobierno y sólo considera importante la cita con las urnas de la que emana el Gobierno español. El pasado 25 de noviembre, votó medio millón más que hace dos años y el análisis territorial indica que una parte considerable de abstencionistas habituales decidieron ejercer esta vez su derecho al voto.

La particularidad de las últimas elecciones catalanas -tan polarizadas y centradas en un asunto de gran trascendencia más allá de la gestión- explica la ruptura del abstencionismo diferencial, especialmente en el primer y segundo cinturón barcelonés. Hay que tener en cuenta que es la primera vez que los medios no catalanes han hecho una cobertura intensa y amplia de la campaña, extremo que, poco o mucho, ha impactado en segmentos sociales que consumen, siempre y de manera preferente, televisión y radio con el centro de gravedad en Madrid. Otro asunto sería hasta qué punto estos contenidos se han visto notablemente deteriorados por mucho ruido.

Con todo, la noticia es que la ruptura del abstencionismo diferencial no altera las proporciones de votantes que existían previamente en el eje nacionalista en comicios de este tipo en Catalunya, uno de los grandes interrogantes cuando se analizaba este fenómeno. Este es un dato muy especial a la hora de formular hipótesis y proyectar resultados de cara a consultas de otro orden, aunque hay que ser cauteloso en estos ejercicios. El abstencionismo diferencial ha creado algunos mitos. Por ejemplo, cuando el PSC decidió presentar a Montilla como candidato a la presidencia de la Generalitat, algunos estrategas esperaban que las apelaciones a los orígenes del cabeza de lista consiguieran movilizar a los que votaban socialista cuando se trataba del poder de Madrid mientras se quedaban en casa si estaba en juego el Govern. Aquella apuesta no salió bien y, de paso, rompió el tópico que relacionaba la abstención con discursos étnicos simplificadores.

Los politólogos y el resto de expertos se preguntan, a la luz de los resultados del 25N, si el abstencionismo diferencial -que ha marcado el mapa catalán de partidos desde la transición- se ha acabado para siempre o si las cosas volverán a su sitio en unas elecciones que no sean calificadas de históricas. El tiempo lo dirá.

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