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Francesc-Marc Álvaro | Cimeres i agonies
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18 mar 2013 Cimeres i agonies

Cómo se gobierna sin dinero? ¿Cómo se gobierna sin una mayoría estable? ¿Cómo se gobierna para hacer frente a una crisis económica sin precedentes? ¿Cómo se gobierna en medio de un conflicto político de proporciones históricas? ¿Cómo se gobierna mientras crece el descrédito de la política? ¿Cómo se gobierna cuando hay que hablar claro y, al mismo tiempo, hay que evitar el derrotismo? Son preguntas que se debe hacer a menudo el president Mas y que sus consejeros deben tratar de responder. Gobernar la Catalunya de hoy es una empresa tan difícil que se entiende que haya más de un dirigente encantado de vivir este momento desde la oposición. Por otra parte, y si somos un poco más sinceros que nuestros representantes, debemos concluir que la autonomía es, hoy, un mecanismo paralizado por el déficit fiscal y por la deuda, que supera los 50.000 millones de euros. Para rematar, el Gobierno español mantiene una ofensiva de repesca de competencias que obliga a cada consellería a batallar constantemente para defender su razón de ser.

La cumbre económica y social que debía celebrarse el sábado y que fue suspendida por Mas ante los fuertes desacuerdos entre partidos era un intento -propuesto por el socialista Navarro- de fijar unos mínimos consensos para contrarrestar el panorama de malestar. Es cierto que su suspensión es un fracaso del Govern y la oposición, lo cual intensifica la mala imagen de los políticos y aplaza la toma de decisiones. El tacticismo intoxica la responsabilidad. Con todo, no me parece que organizar cumbres sea siempre la mejor vía para desencallar el diálogo, a veces puede resultar contraproducente porque genera unas expectativas que, después, no se traducen en nada. En este sentido, expresé mis reservas ante la reciente cumbre institucional sobre corrupción, una iniciativa llena de buenas intenciones pero inadecuada cuando el tipo de gestos que se exigen son de otro tipo: más resolutivos. Si las cumbres son, sobre todo, una colección de fotos y una lista de propósitos, la acción de gobernar se ve desfigurada por un exceso de representación sin efectos sobre la vida de los administrados.

Parece que -lo explicaba ayer Barbeta- el Govern buscará acuerdos de gestión con los ministerios y dialogará directamente con los sectores sociales que sufren más la situación, a la vez que hará pedagogía de la asfixia financiera del país. Sobre el papel es una agenda plausible. Sin embargo, si bajamos a la arena, esta triangulación es una misión imposible. No hay margen. Porque hay muchos actores que se dedican sólo a una cosa: intentar hundir a toda costa la presidencia y el liderazgo de Mas. Los unos porque piensan que así se acabará el problema catalán y los otros porque tienen visiones. Demasiadas veces, esta tarea destructiva cuenta con involuntarias y notables ayudas desde CiU y el Govern.

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