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Francesc-Marc Álvaro | Negociar davant les càmeres
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04 abr 2013 Negociar davant les càmeres

Por primera vez en Italia -y supongo que en Europa y en el mundo occidental- se ha retransmitido en directo por internet (mediante el sistema streaming) la negociación entre dos fuerzas políticas para intentar formar gobierno. Eso tuvo lugar el miércoles de la semana pasada dentro de un salón de la Cámara de los Diputados. A un lado de la mesa, se sentaban Pier Luigi Bersani, líder del centroizquierda, y Enrico Letta, vicesecretario del Partido Demócrata (PD); al otro, los portavoces en la Cámara de los Diputados y el Senado del Movimiento 5 Estrellas (M5E), Roberta Lombardi y Vito Crimi. De acuerdo con el estilo de su fundador y líder, el cómico Beppe Grillo, el M5E puso como condición de la reunión la retransmisión en directo. Esta nueva formación política -que partiendo de cero obtuvo casi un tercio de los votos en los últimos comicios italianos- retransmite en directo todas sus asambleas.

Eusebio Val, corresponsal de La Vanguardia en Roma, ha subrayado que la política italiana -tan repleta de gestos exagerados, escotillones y máscaras- recuerda mucho un teatrino. El populismo enfadado y antiestablishment de los seguidores de Grillo quiere poner de moda la negociación política en directo, para derribar unas rutinas que consideran nocivas: Streaming contra teatrino. Sólo los italianos podían ofrecernos esta nueva dimensión de la democracia televisada, ellos que han tenido durante tantos años un primer ministro que edificó su poder a partir, sobre todo, del control del negocio televisivo. Bersani -leo en las crónicas- explicó que aceptaba el espectáculo impuesto por la gente del M5E porque también apuesta por «la transparencia». Las últimas reuniones de la ejecutiva de su partido se han ofrecido en directo.

La respuesta políticamente correcta del ganador precario de las elecciones italianas lo dice todo. Bersani, un reformista serio que conoce la complejidad de la política, debe invocar forzosamente la palabra fetiche que permite obtener cierta indulgencia del público y de nosotros, los periodistas: transparencia. ¡Salvado! Sin embargo, ¿tiene algo que ver la transparencia con retransmitir en directo una negociación para formar gobierno? No, por supuesto. Todo lo contrario. El problema es confundir de manera infantil el directo televisivo con la verdad de los hechos y con la verdad moral, de la cual los votantes italianos (y los de otros lugares) andan muy necesitados. Grillo y sus seguidores, como buenos populistas, juegan a la simplificación, por eso quieren que toda la política se haga ante las cámaras, así podrán decir que ellos no engañan a la gente y son auténticos. Aunque se trata de una confusión rudimentaria y chapucera, puede funcionar entre gente de buena fe. El atractivo de las imágenes supuestamente naturales se impone fácilmente por encima del artificio que implica cualquier reunión donde todos saben que hay cámaras. Es el efecto Gran Hermano, muy estudiado.

Los representantes del M5E no fueron al encuentro con Bersani para negociar de veras, obviamente, sino para escenificar la humillación que «la nueva política» ha infligido a los políticos del sistema. Fue pura propaganda. Fue un ritual purificador de cara a la parroquia. Eso no se lo han inventado ellos. Lo han copiado de la política convencional, que tanto critican. Además de ser gestión del bien común y lucha de valores e intereses, la política democrática es una representación constante, una parte de la cual se hace en y desde los medios. El término representación no es aquí peyorativo, sino que nos ubica en un universo donde los actos, las palabras y los gestos de los que toman decisiones en nuestro nombre nos llegan a casa y pueden ser escrutados. Las democracias basadas en la opinión pública son siempre una función teatral diaria, mediante la cual lo que es de interés general sube al escenario. Los problemas aparecen cuando este teatro se hace de espaldas a la gente o degenera en una farsa que se dedica a negar o desfigurar la realidad sistemáticamente. Pondré unos ejemplos de ayer: la comparecencia de Mas ante la prensa fue una representación responsable basada en dar la cara, mientras que el discurso de Rajoy -que los periodistas siguieron por televisión y sin poder hacer preguntas- fue una adaptación castiza del teatrino italiano pasada por el género de la zarzuela y Valle-Inclán. De los fiscales no hablo, no quiero acabar imputado.

La transparencia es decir la verdad a los ciudadanos y tratarlos como adultos, también cuando las medidas son impopulares. Y explicar muy bien las razones de las decisiones antes, durante y después de tomarlas. Y aportar el máximo de datos fiables sobre los debates que nos implican. Y eliminar las zonas opacas de cualquier administración para evitar la indefensión del administrado. Pero negociar la formación de un gobierno ante las cámaras no es transparencia, es un absurdo. Porque es imposible, por una razón evidente: pactar un gobierno exige un nivel de franqueza y de disección tranquila de la complejidad que sólo puede darse en una reunión discreta. Ninguna negociación -ni en la política, los negocios o la vida privada- saldría adelante si fuera retransmitida en directo. Pero el populismo que viene -también aquí- pedirá ejercicios muy extravagantes. Preparémonos.

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