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Francesc-Marc Álvaro | Una gran jugada
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17 jun 2013 Una gran jugada

Lo están haciendo muy bien. Los dos grandes partidos han excluido a CiU y PNV del supuesto pacto de Estado que debe servir para transmitir a la UE que las cosas se hacen seriamente. Ahora que todo el mundo se ha enamorado del verbo rectificar aplicado a Catalunya es interesante comprobar cómo Rajoy y Rubalcaba no rectifican ni un milímetro el habitual espíritu separador y excluyente de sus respectivas siglas. Estamos ante una gran jugada que servirá mucho -segurísimo- para frenar al soberanismo y reforzar a las voces que exigen a Mas que sea buen chico y regrese a los viejos caminos de la limosna. ¡Qué gran inteligencia! Esta mano tendida del PP y del PSOE hacia el principal partido de Catalunya quedará en la historia como ejemplo de astucia. Las élites catalanas y madrileñas bailan extasiadas ante esta muestra de alta política que, sin duda, desmontará en pocos días las fantasías secesionistas de cuatro desgraciados.

El señor Duran Lleida se ha enfadado mucho con los socialistas y los populares. Según sus palabras, «se han equivocado en las formas una vez más». Es benévolo el hombre de CiU en Madrid cuando reduce el problema a «las formas». Más benévolo y más suave que cuando habla de los convergentes o de los republicanos. Por lo tanto, estemos tranquilos, todo se puede solucionar todavía. Así, una vez las conversaciones del prohombre democristiano con las dos Sorayas den sus frutos, una nueva luz iluminará la política catalana y, seguro, Madrid rectificará y nos liberará de la tarea de manifestarnos con la estelada cuando podríamos estar en la playa. Y Mas-Colell podrá pagar sin problemas a médicos, maestros y mossos, y nos daremos las manos y cantaremos himnos de hermandad.

El asunto de las formas y la política es una discusión académica apasionante. De hecho, la relación Catalunya-España podría leerse como una cuestión meramente formal, extremo que entusiasmaría a más de uno. Por ejemplo, que no se reconozca la existencia de un pueblo catalán capaz de votar sobre su destino es una pura formalidad, sobre todo para los que sólo apoyarían la demanda soberanista si los catalanes nos disfrazamos de negros de Alabama de hace cincuenta años. También es una cuestión formal que los Gobiernos españoles no publiquen las balanzas fiscales o que las grandes instituciones del Estado olviden el carácter pluricultural de España. Como el premier británico es un tipo informal dice cosas que no dirían nunca Rajoy ni Rubalcaba: «Hay que afrontar las cuestiones de nacionalidad y dejar que la gente decida».

Mientras espero que los columnistas de Madrid descansen un poco de Mas y tengan el detalle de escribir sobre lo que conocen (la relación Aznar-Rajoy), celebro el nuevo clima de diálogo. El proyecto de ley de acción exterior de España, tan generoso con las autonomías históricas, confirma este buen rollo.

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