ajax-loader-2
Francesc-Marc Álvaro | Elits en fora de joc
4867
post-template-default,single,single-post,postid-4867,single-format-standard,mikado-core-2.0.4,mikado1,ajax_fade,page_not_loaded,,mkd-theme-ver-2.1,vertical_menu_enabled, vertical_menu_width_290,smooth_scroll,side_menu_slide_from_right,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.5,vc_responsive

10 oct 2013 Elits en fora de joc

Los presupuestos generales del Estado del 2014, que reducen drásticamente la inversión en Catalunya, han dejado en fuera de juego a las élites empresariales barcelonesas en un momento en que, precisamente, estos sectores más pedían un gesto del Gobierno español con la sociedad catalana. Manel Pérez, en un esclarecedor artículo en la sección de Economía el pasado día 2, informaba de que nuestros dirigentes económicos «han encajado con perplejidad y cierta sensación de desaire» las cuentas hechas públicas por el ministro de Hacienda. El día 1 de octubre, la decepción flotaba en los despachos más importantes de Barcelona.

La entrevista con Montoro que La Vanguardia publicó el pasado domingo no sirvió para tranquilizar a las mencionadas élites locales, sino todo lo contrario. En ella, el responsable de los presupuestos generales replica a las evidencias mecánicamente y niega la mayor con un cinismo que será recordado: «De todas maneras, no hay que cegarse con las cifras, depende de los proyectos que estén sobre la mesa». Sensacional. Si eres ministro de Hacienda y las cifras describen una realidad que te pone en evidencia, olvida los números y recita tu propaganda, como si la realidad fuera un detalle irrelevante.

Ahora bien, vamos al grano: ¿Qué ha querido decir Montoro con la alusión a los «proyectos que estén sobre la mesa»? Sabemos que el proyecto del PP es recentralizar España, vaciar las autonomías y fortalecer Madrid como núcleo de poder empresarial y financiero. En detrimento de las élites catalanas, aunque estas tengan parte de sus negocios fuera de Catalunya y no hayan expresado nunca ninguna manía identitaria. No olvidemos que el centro de gravedad está en el palco del Bernabeu. Quizás por eso, el mismo ministro se atreve a decir que la Cambra de Comerç de Barcelona tiene una visión económica que «es del pasado». Queda claro, por lo tanto, que el Gobierno Rajoy considera algo antiguo y obsoleto que Catalunya reciba lo que le corresponde de acuerdo con lo que aporta a las arcas del Estado. Las cosas claras. Sobre la mesa no hay ningún otro proyecto de España, porque el documento de Granada del PSOE -como ha explicado el profesor Ferran Requejo- no puede considerarse federal ni plurinacional. Que conste: para continuar en España sólo hay una vía, que -lo ha comprobado recientemente Sánchez-Camacho- es también una vía muerta.

La respuesta oficial del mundo de los negocios catalán a estos presupuestos ha sido clara pero extremadamente moderada, como no podría ser de otra manera. El artículo que Joaquim Gay de Montellà y Miquel Valls han firmado sobre el asunto es una muestra de lo que sería el espíritu de la tercera vía, si existiera tal camino: pedir con paciencia a Madrid que se reconsidere una apuesta política que no es casual y que -como asegura Mas-Colell- tampoco es una represalia por el soberanismo del Govern de CiU. ¿Escuchará alguien, finalmente, los educados argumentos de nuestros próceres? La oleada soberanista crece pero no sirve para que los cerebros de la Moncloa alteren el guión.

¿Qué harán, a partir de ahora, nuestras élites? Los presupuestos lesivos de Rajoy y el desdén acentuado de Montoro nos indican que la supuesta influencia de estos sectores en la política que se cuece en Madrid es ahora escasa, por no decir nula. El hecho reviste gravedad y plantea muchos interrogantes, también Catalunya endins. Si nuestras élites no pueden influir efectivamente en el centro del poder estatal, ¿cuál será, a medio y largo plazo, su autoridad ante las clases medias y populares de Catalunya? Lo mismo podría decirse de aquellos políticos que han basado su prestigio en el puente aéreo. La Catalunya de la autonomía se extravía, se deshace. Los mismos dirigentes empresariales que han escarnecido a Mas por querer construir un Estado catalán en vez de ser el dócil reformista incomprendido del Estado español deberían revisar a fondo su pensamiento, a la luz de los presupuestos y otras decisiones de Rajoy.

Los sectores de las clases medias más activas, los más conscientes de los agravios económicos, lingüísticos y de reconocimiento de Catalunya, han ido desconectando del objetivo clásico de reformar España, sobre todo a partir de la sentencia del TC sobre el Estatut. La prioridad de esta mayoría es conseguir un reparto nuevo del poder que asegure un trato (político, fiscal, cultural) más justo, y esto hoy sólo se relaciona con un concepto: independencia.

Mientras, como es normal, la prioridad de las élites catalanas es la estabilidad política y social, como ocurre en todo el mundo. El problema aparece cuando la estabilidad va unida a un trato injusto para el conjunto de la sociedad. ¿Orden o libertad? Entonces, los de arriba miran a los de abajo y se preguntan cómo se puede solucionar el problema. ¿Pacto fiscal? ¿Tercera vía? ¿Federalismo? La alta burguesía catalana no entiende que el PP deje pudrir la situación alegremente. Los de arriba vuelven a mirar a los de abajo (los de las camisetas amarillas) y piensan que, a pesar de tenerlo todo en contra, quizá se saldrán con la suya. Por eso, Junqueras -a quien algunos no querían ver ni en pintura- ha sido finalmente recibido con todos los honores en uno de los despachos más importantes de esta ciudad. Por si acaso.

Etiquetas: