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Francesc-Marc Álvaro | Els suïssos la veuen possible
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30 ene 2014 Els suïssos la veuen possible

Hace seis meses, un importante banco suizo de inversiones convocó a clientes y posibles clientes a una reunión celebrada en el Cercle d’Economia para exponer las perspectivas de negocio a cargo de un prestigioso analista financiero español, llegado expresamente desde Madrid para esta charla. Cuando se abrió el turno de preguntas, la primera cuestión fue sobre la independencia de Catalunya. La respuesta del analista a sueldo de los suizos fue tan clara como rotunda: «Nosotros no contemplamos esta posibilidad».

La semana pasada, el mismo banco de inversiones volvió a convocar a clientes y potenciales clientes en el Cercle d’Economia y, otra vez, el mismo analista hizo una documentada exposición sobre las perspectivas económicas para este 2014. La sorpresa general se produjo cuando el ponente, sin necesidad de ninguna pregunta previa, incluyó la siguiente información en su intervención inicial: «Nuestra entidad ha organizado un equipo de seguimiento especializado sobre la situación de Catalunya para poder tomar las decisiones que hagan falta en el momento en que un escenario de independencia o similar sea irreversible». El aplomo con que hablaba el analista debió ser más que considerable porque después, en el turno de preguntas, nadie se volvió a referir al asunto de la secesión del territorio catalán. En sólo medio año, un importante banco de inversiones helvético ha pasado de no hacer ningún caso al proceso soberanista a crear un grupo de trabajo monográfico para estudiar y anticiparse a un escenario de una Catalunya separada de España. Me parece que este tipo de hechos son más relevantes y significativos que muchas de las cosas que dicen y hacen algunos actores políticos oficiales de Barcelona y de Madrid. El mundo global y los observadores externos sin tantos prejuicios descubren las dinámicas de fondo de la sociedad catalana. Y no todos emiten mensajes forzosamente apocalípticos, como ha hecho últimamente la agencia Moody’s, casualmente después de que Margallo haya dado a conocer su argumentario para ordenar la propaganda del Gobierno en contra del derecho a decidir desde las embajadas.

Tenemos a los suizos por gente seria que trabaja mucho y ordenadamente. Que la banca suiza -pragmática y poco dada a fantasías como la que más- vea posible una Catalunya independiente es una noticia que nadie debería pasar por alto, ni los soberanistas ni los unionistas, ni los que todavía esperan una tercera vía. En sólo seis meses, los europeos que están informados han empezado a considerar de otra manera las noticias que les llegan desde Catalunya. Sea el impacto mediático de la Via Catalana, sea el acuerdo entre varios partidos para fijar la fecha y la pregunta del referéndum, sea la presencia del president Mas en medios internacionales, sea la mencionada ofensiva diplomática del Gobierno y del PP, o sea la evidente perplejidad que provoca la comparación entre la gestión del caso escocés y del caso catalán, la realidad es que los suizos (y otros europeos) que mueven dinero piensan que hablar de una Catalunya independiente ya no es ninguna tontería o imposible. Por mucho que Rajoy, Rubalcaba y docenas de figuras políticas, empresariales y periodísticas se hayan refugiado en este mantra en vez de considerar la magnitud y los motivos de la revuelta pacífica que hoy convierte en noticia a Catalunya.

Que un banco suizo de inversiones quiera tenerlo todo previsto por si Catalunya se va de España no implica que las decisiones que se tomaran, dado el caso, desde Zurich fueran favorables al campo soberanista. Eso también se debe subrayar, para evitar euforias soberanistas. Estamos hablando de los intereses de una firma que, como todo el mundo en este gremio, detesta los escenarios potencialmente inestables. Por eso es normal que empresas de casa hagan también sus previsiones y cálculos, aunque no lo digan.

El dinero tiende a asustarse, más que de una Catalunya independiente, de una transición que fuera caótica y llena de incontables querellas, tensiones y bloqueos entre Madrid y el nuevo Estado catalán. En este sentido, vale la pena recordar que el Gobierno de Cameron, para calmar los nervios de los mercados internacionales, ya ha hecho saber que el Reino Unido asumirá la responsabilidad de toda la deuda pública neta escocesa en caso de que los escoceses voten sí a la independencia. Después, Londres y Edimburgo negociarían la parte «proporcional y justa» de la deuda británica que la Escocia independiente tendría que asumir. Para evitar malentendidos, se ha repetido que el Gobierno británico cumplirá con las condiciones de los contratos de deuda emitidos pase lo que pase. Un juego limpio que no practica el Gobierno del PP, como demuestra la ocultación de las balanzas fiscales.

Lo que está pasando en Catalunya no es ninguna ficción, ni ningún tacticismo partidista, ni ninguna locura colectiva, ni ninguna cortina de humo, ni ningún malestar de temporada que se desvanecerá con amenazas, con silencios o con la promesa de vagas concesiones que -como es público y notorio- nadie ofrece. La gente que nos observa fríamente desde Zurich y otras capitales ha entendido que el movimiento soberanista se propone una meta muy difícil, pero digna de ser considerada seriamente. Queda dicho.

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