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Francesc-Marc Álvaro | Amb Julio Iglesias
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19 may 2014 Amb Julio Iglesias

Pasado mañana, el socialismo hará un gran acto en Barcelona donde, además de la candidata Valenciano y el candidato Schulz, veremos al primer ministro francés, el jubilado González y, como anfitrión, aquel señor de Terrassa con pésimos asesores de prensa. Borrell, el que fue amigo de los corruptos exjefes de Hacienda en Catalunya, ha preparado el ambiente al tildar de «talibanes» a los que quieren la independencia. Sólo tengo una duda: ¿repetirá Isidoro su deseo de una gran coalición PP-PSOE que pueda frenar el proceso catalán? Los cronistas del Ibex 35 ya han empezado a desbrozar el terreno.

A medida que sumo años y asisto al naufragio del PSC, más pienso en el hombre que diagnosticó antes que nadie y con lucidez extraordinaria los males del socialismo catalán: Jaume Lorés, el pensador y periodista que perdimos en el 2002. González y Valenciano no tienen ni la más remota idea de quien era Lorés, como tantos que hoy opinan sobre la sociedad catalana desde el desconocimiento más penoso, caso del hispanista Kamen, que no tiene ninguna vergüenza al escribir que «los nacionalistas presentan una doctrina del nacionalismo basada en motivos étnicos».

Lorés, a mediados de los ochenta, después de la victoria de González en 1982, hace un ejercicio de prospectiva terriblemente acertado: «La mentalidad que impera en el resto del Estado después del cambio político se volverá muy negativa para Catalunya, porque podrá hacer triunfar la consolidación de una concepción unitarista de España, propia de la generación de los líderes del PSOE». Así ha sido y sólo hay que leer el documento de Granada sobre el supuesto federalismo de Rubalcaba para darse cuenta de que, como decía Lorés, «federalizar una España concebida noventayochescamente es la cuadratura del círculo».

Más allá de la oleada soberanista, el problema del PSC viene de antiguo, como analizaba Lorés: «El PSOE pensaba encontrar -tengo testigos- resistencias sólidas y duras, desde Catalunya y su socialismo, a muchos puntos de su política. Y se encuentra demasiado a menudo con un camino de rosas». Es esta actitud la que hoy ha tocado fondo. Suerte que Julio Iglesias se ha declarado «federalista». Y el esqueleto de Pi i Margall ha empezado a bailar al ritmo de La vida sigue igual.

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