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Francesc-Marc Álvaro | De Normandia a Barcelona
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06 jun 2014 De Normandia a Barcelona

A las 6.30 horas del 6 de junio de 1944, las primeras tropas estadounidenses desembarcaron en las playas bautizadas con los nombres clave Omaha y Utah. Así empezó el día D, primera jornada de la operación Overlord, la mayor aventura militar de los tiempos modernos. Hoy se cumplen setenta años de aquella gesta para liberar Europa del terror de Hitler, que representó miles de muertes de hombres jóvenes. Los aliados (estadounidenses, ingleses, canadienses, australianos y voluntarios polacos y de otras naciones) tuvieron más de 200.000 bajas durante los primeros tres meses.

Un verano recorrí las playas de Normandía que fueron escenario de aquellas batallas. Y visité varios cementerios donde fueron enterrados los combatientes que cayeron. Sólo en el inmenso cementerio norteamericano de Colleville-sur-Mer hay más de 9.000 tumbas, un lugar impresionante. Es un ejercicio muy interesante -pedagógico- ir leyendo algunas lápidas y comprobar que, por ejemplo, el sargento Walter B. Strauss nunca regresó a casa, igual que muchos otros chicos de Oregón, Florida, Massachusetts o Nevada.

El gran fotoperiodista Robert Capa se unió a la primera oleada de asalto de los estadounidenses en la playa de Omaha cuando todo era incierto, un lugar donde, a las 10.30 horas, ya había alrededor de 3.000 muertos y heridos. A partir de entonces, se habló de «Omaha, la sangrante». Hoy, cuando pisas la arena de este lugar, tratas de imaginar en balde lo que sentía un joven soldado que, llegado de muy lejos, tenía la misión de ir ganando terreno, arma en mano, hasta Berlín. El recuerdo de decenas de películas coloniza este intento de evocación de lo que no hemos vivido y buscas rastros dentro del aire. Las fotos de Capa, instantáneas donde el miedo y la belleza se combinan de manera deslumbrante, ayudan un poco. En la otra punta de Europa, en el frente oriental, millones de jóvenes también luchaban y morían, bajo la bandera soviética, en combates durísimos contra las tropas de la Wehrmacht. La Europa que tenemos salió de aquel sacrificio.

Poco después de aquello, Agustí Calvet, el desdichado Gaziel, se lamenta de que los aliados no lleguen hasta Barcelona y Madrid para echar a Franco. Su desengaño con los ingleses y los norteamericanos es monumental. Lo deja escrito en Meditaciones en el desierto (1946-1953), un dietario descarnado, sin censura. También escribe esto, el 28 de mayo de 1946: «Las castas dominantes lo son todo en España. Por debajo de ellas no hay más que un servilismo oportunista o un odio espeluznante, oculto pero inextinguible. ¿Qué puede salir de todo eso?». El término casta -como es notorio- no es un invento de líderes noveles, viene de lejos. Gaziel murió sin ver a los aliados entrando en Barcelona y los mismos que habían derrotado a Hitler apoyaron a Franco.

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