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Francesc-Marc Álvaro | Distàncies i amenaces
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23 jun 2014 Distàncies i amenaces

Las distancias marcan la interpretación de los hechos principales de nuestra vida colectiva. Por ejemplo, entre la mayoría de la opinión publicada en Madrid, la abstención de CiU a la abdicación era tildada de incomprensible y errónea mientras -según el sondeo que ayer publicó La Vanguardia- un 47,9% de españoles la consideran justificada, cifra que entre los catalanes sube hasta un contundente 57,1%. Se demuestra así que la valiente decisión de Mas conecta con una gran mayoría social a la vez que -celebrémoslo- es perfectamente digerible para casi la mitad de la sociedad española. Todos los gestos del president ante el relevo en la Corona -incluido el no aplaudir el discurso de la proclamación- no son caprichos sino la expresión muy mesurada de un nuevo consenso catalán que -guste o no- es más fuerte que las inercias y peajes de siempre. El cambio profundo de la sociedad catalana desde el 2010 no es un cuento.

Pero hay muchos tipos de distancias en el cuadro que analizamos. Es relevante la distancia entre los intereses de las clases medias y populares catalanas -una parte importante de las cuales exige regeneración democrática y soberanía plena- y los intereses de un segmento importante de las élites económicas catalanas, que no pueden hacerse cargo del nivel de indignación de unos sectores que, a fuerza de maltratos y engaños, se han movilizado de una manera imprevista. Formaciones como CiU y el PSC -donde antes se hacía la síntesis sofisticada de estos intereses contrapuestos- viven ahora dentro de la tormenta. En el caso de los socialistas, de manera agónica.

Con todo, la distancia principal y más aguda se da entre ciertas élites económicas catalanas y las élites políticas y económicas madrileñas que se sienten vigilantes del Estado y sus esencias. Ante el interés de las primeras en aprovechar la llegada al trono de Felipe VI para explorar una salida bilateral al conflicto catalán, las segundas ya han reaccionado con virulencia haciendo llegar -en privado y en público- duras advertencias a las figuras principales de la Barcelona partidaria de la tercera vía. Hace poco, el cronista más activo de la reacción inmovilista y del Ibex 35 no tenía ninguna manía en hacer -a través de un digital- explícitas amenazas al principal financiero de Catalunya por -según él- ser demasiado blando con el soberanismo. En otros lugares, envían una cabeza de caballo.

Hemos entrado en una nueva fase. Ahora ya no se trata de meter miedo a los millares de personas anónimas que quieren votar, ahora la estrategia pasa por atemorizar a los notables catalanes que tienen la esperanza de frenar el adéu Espanya con algún tipo de acuerdo que hable de dinero y cultura. Mientras, el soberanismo pacífico certifica que, al final, los salvapatrias del palco del Bernabeu sólo tienen un proyecto político: «o conmigo o contra mí».

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