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Francesc-Marc Álvaro | La bona gent
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08 sep 2014 La bona gent

De todo lo que ha pasado últimamente en Catalunya lo que cuesta más de entender a los políticos y periodistas del Madrid oficial -incluidos los que practican el bonito género de la amenaza- es que un partido como Convergència haya asumido que la sociedad catalana necesita un Estado independiente. Por cierto, la censura del Gobierno a la presentación de Victus en Utrecht confirma que el Estado que hoy pagamos los catalanes nos trata como sospechosos, que nos ve como una anomalía molesta que debe ser diluida y fosilizada.

El sábado, en su consejo nacional ampliado, CDC insistió en que el autonomismo forma parte del pasado y que su proyecto es la independencia, tal como se entiende la soberanía hoy en el marco europeo, de una manera distinta -obviamente- a lo que representaba durante los siglos XIX y XX. ¿Por qué ha cambiado CDC? Porque lo que se conocía como la buena gente de Convergència -cuadros locales, bases y votantes fieles- también lo ha hecho. No ha sido un capricho de Mas y los suyos. En términos técnicos, decimos que la centralidad se ha movido hacia el soberanismo. Guste o no, es así. Eso también ha afectado a sectores dinámicos del mundo socialista, pero la diferencia es que los dirigentes del PSC se mantienen en las viejas coordenadas, caiga quien caiga.

Desde 1989 y hasta hace poco, el independentismo parlamentario sólo tenía un partido, ERC. Ahora tiene tres o tres y medio, si tenemos en cuenta que los socialistas críticos confluyen para crear una nueva formación. El autonomismo clásico es hoy un asunto en manos sólo de un sector de Unió y un sector de ICV mientras el PSC es prisionero del PSOE inmovilista. Finalmente, PP y Ciutadans encarnan la recentralización y el uniformismo. Este esquema no es estático, claro. Además de la aparición de nuevas ofertas como Podemos, las lealtades de muchos electores podrían cambiar. Las encuestas dan pistas, pero cuando todo es tan incierto, fluido y excepcional hay que leerlas con mucha cautela.

Personas de orden que no han recibido nunca ni una multa de tráfico apoyan hoy la secesión. La buena gente de CDC no dejará de ir a la V de la Diada a causa de la confesión de Pujol, todo lo contrario, sobre todo después de que el ministro de Hacienda del partido de Bárcenas, Matas y Fabra mezclara soberanismo y corrupción. La buena gente de CDC confía más en Mas que algunas élites. La buena gente de CDC está conmocionada por el engaño de Pujol y pide que se haga limpieza a fondo en el partido. Esta buena gente -tome nota Arriola- no dará nunca el voto a los populares, ni disfrazados de centristas de la recta vía. Pero hay un riesgo: la buena gente de CDC podría votar ERC o abstenerse, si CiU no hace los deberes con diligencia, si emite mensajes contradictorios, y si no explica con claridad, coraje y convicción cada una de sus decisiones, incluidas las más incómodas y duras.

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