ajax-loader-2
Francesc-Marc Álvaro | Gallardón i els principis
3062
post-template-default,single,single-post,postid-3062,single-format-standard,mikado-core-2.0.4,mikado1,ajax_fade,page_not_loaded,,mkd-theme-ver-2.1,vertical_menu_enabled, vertical_menu_width_290,smooth_scroll,side_menu_slide_from_right,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.5,vc_responsive

26 sep 2014 Gallardón i els principis

Oigo, en alguna tertulia, que alguien elogia a Alberto Ruiz-Gallardón porque su dimisión del cargo de ministro de Justicia demuestra el peso que todavía tienen las ideas en política. Leo, en las Cartas de los Lectores de este diario, que se valora que este dirigente popular se haya largado por coherencia con sus convicciones, principios y valores, lo cual -se dice- es poco habitual. Si se da por buena la versión ideológica de este episodio, parece como si su protagonista hubiera querido decir a la gente que la batalla por el poder y la gestión pública todavía es creíble porque los principios están por encima de todo. Más a menudo que la gente de derechas, este tipo de discursos lo hace gente de izquierdas y muchos los ven normales y los aplauden. Al fin y al cabo, la emergencia de un partido como Podemos se basa, entre otros factores, en la necesidad que tienen los ciudadanos de constatar un vínculo fuerte entre lo que hacen los que gobiernan y lo que han proclamado que defenderían cuando piden el voto.

Pero yo no me acabo de creer que esta historia sea una batalla entre un hombre de principios (Gallardón) y un hombre de circunstancias (Rajoy). Si repaso la biografía política del dimitido, compruebo que, en otro tiempo, era elogiado por encarnar -decían- una derecha abierta, moderada, liberal, centrista y próxima, en algunos asuntos, a la sensibilidad progresista. Por lo tanto, antes era un hombre que no habría impulsado una reforma de la ley del aborto que ha sido calificada de forma general -incluso por gente del PP- de regresiva y/o reaccionaria. La conclusión del que mira el teatrillo sólo puede ser una: ¿qué Gallardón es el de veras? ¿El que se dejaba querer por el grupo Prisa o el que se ha convertido en el cruzado del catolicismo más intransigente? ¿Cuál es el que nos debemos tomar en serio?

Hay, claro está, la posibilidad de que Gallardón cambiara de opinión. Todo el mundo puede hacerlo y, a veces, resulta algo muy sano. Tan importante como tener coherencia es adquirir flexibilidad para no caer en la fosilización y el dogmatismo. Sin embargo, si no estoy equivocado, esta no era la reforma Gallardón, sino la reforma Rajoy, que es quien utilizó la ley del aborto para sumar votos fácilmente, como las víctimas de ETA, la promesa de bajar impuestos y el peligro catalán. Así pues, y considerando todo esto, quizás la dimisión del titular de Justicia no tenga nada que ver con los principios y estemos sólo ante un típico caso de orgullo herido.

Obviamente, es más agradecido presentarse como la pobre víctima de una gran y decisiva batalla doctrinal que hacerlo como alguien que fue fulminado en su amor propio. Hay quien, puesto a elegir, prefiere pasar a la historia como un fanático caído que como un incompetente o un ingenuo a quien hacen la cama.

Etiquetas: