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Francesc-Marc Álvaro | No són el mateix
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05 feb 2015 No són el mateix

Se dice y se repite que Podemos y el soberanismo catalán son un poco lo mismo, respuestas que aportan aire fresco a una política española enrarecida, desacreditada y averiada. Que el partido de Pablo Iglesias y el movimiento transversal por la independencia coincidan en algún diagnóstico genera esta falsa semejanza, así como el hecho de que los dos fenómenos consigan devolver la ilusión a una parte de la ciudadanía. Pero Podemos y el soberanismo no son lo mismo. La explicación es tan sencilla como perverso es el malentendido que omite una distinción básica. Lo diré con palabras propias de la historia reciente: Podemos es un proyecto que plantea una reforma mientras el soberanismo (en su conjunto y más allá de las diferencias entre partidos) plantea una ruptura. ¿Se acuerdan los más viejos, de estas categorías? ¿Reforma o ruptura?

Este era un debate muy vivo a la muerte de Franco. Inicialmente, la mayoría de la oposición democrática planteaba una ruptura con el régimen franquista, un plan desmentido por la compleja realidad de aquellos años, cuando nadie tenía bastante fuerza para imponer un camino de manera unilateral. Se tomó la vía del medio, una especie de híbrido que, según la interpretación del desaparecido Javier Pradera, era el resultado de “los cambios realizados desde arriba y las transformaciones impuestas desde abajo”. He ahí el consenso, según la visión canónica del periodo. Equilibrios ciertamente difíciles. Por ejemplo: traer al president Tarradellas del exilio pero impedir que ERC pudiera participar en las primeras elecciones (porque era un partido que subrayaba su republicanismo, no por independentista, que entonces no lo era). El mito de la ruptura tuvoun papel considerable en el imaginario de los que se estrenaban en un escenario de nueva legalidad, hasta los mencionados comicios del 15 de junio de 1977. Después de aquel momento fundacional, la ruptura sería algo sólo de las fuerzas extraparlamentarias, entre las cuales estaba el entonces minoritario independentismo. Mucho antes de la victoria del PSOE en 1982, la ruptura ya era un término obsoleto.

Hoy, el soberanismo representa una ruptura democrática con el marco español surgido de la transición. El hecho de que sea un proceso impecablemente democrático y pacífico no lo hace menos rupturista. Técnicamente es así, aunque finalmente se concretara una salida mediante un referéndum al estilo escocés, posibilidad hoy no contemplada por Madrid. El catalanismo político ha sido reformista durante más de un siglo, hasta 2010. Ahora, el catalanismo ha cambiado su objetivo: ya no es modernizar España sino dotar a la sociedad catalana de un Estado independiente. La soberanización de sectores moderados que creían en el modelo autonomista es un cambio histórico de gran alcance y tiene que ver con una acumulación de agravios. La nueva revuelta catalana, con un protagonismo evidente de las clases medias, desea un divorcio civilizado. Un divorcio siempre es una ruptura.

Podemos no quiere romper nada y ya echa agua al vino de sus propuestas.  Podemos quiere hacer reformas en la casa, aunque utilice una retórica rupturista y una escenografía pseudorrevolucionaria que pretende conectar con el espíritu del 15M. Podemos es un proyecto que aspira a gobernar para introducir unas políticas reformistas que den respuesta posibilista al malestar social que ha generado el inmovilismo y el desgaste del PP y delPSOE. Es normal que los políticos populares y socialistas vean a Iglesias y su equipo como una amenaza, porque estamos hablando de puestos de poder e influencia. ¿Quién quiere perder sillas y palancas? Esta lucha partidista no se debe confundir con la persecución descarnada que los poderes del Estado español hacen del soberanismo. No tienen nada que ver. Ciertos discursos de dirigentes de Podemos sobre la banca, la monarquía, los militares, la Iglesia o el funcionariado demuestran que los poderes fácticos están más tranquilos con Iglesias de lo que parece. Hay menos nervios de lo que algunos periódicos transmiten: quien quiere ser alternativa real de gobierno acabará pactando con quien toque. El Estado digerirá e integrará a Podemos sin problema cuando llegue la hora, por mucho que las direcciones del PP y del PSOE estén hoy histéricas con este nuevo jugador, a quien el último sondeo del CIS otorga un apoyo espectacular. Comparen los ataques contra Monedero y otras figuras de Podemos con los ataques y las insidias contra Mas y el soberanismo en general, y se darán ustedes cuenta de que no son del mismo calibre. El enemigo verdadero está muy claro.

Tengo escrito que Podemos disputa al soberanismo el monopolio de la ilusión. Y lo reitero. Es bien legítimo que los españoles cansados del bipartidismo tengan su sueño. Podemos y el soberanismo hacen bandera de la regeneración desde patriotismos muy diferentes:patriotismo de quien dispone de un Estado constituido y patriotismo de quien no lo tiene. Una distinción que no puede pasarse por alto. Pero Iglesias, por mucho que hable de castas con impostación irreverente, no discute nunca el mapa del mundo dado por descontado, mientras el soberanismo catalán aspira a redibujar elmapa con la fuerza de los votos, y eso no se tolera. Y, además, moviliza a todos los guardianes del statu quo.

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