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Francesc-Marc Álvaro | Un fracàs de Rajoy
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23 mar 2015 Un fracàs de Rajoy

El PSOE, en Andalucía, ha sido, desde la transición, el gran partido defensor de los intereses regionales y ha actuado en clave territorial-identitaria además de pesar muchísimo en la política de Madrid, hasta el punto de tener capacidad de bloqueo en negociaciones muy sensibles, como bien sabemos los catalanes. Una vez más, esta especialización del socialismo andaluz como gran fuerza de “lo nuestro” ha hecho el milagro y ha evitado la alternancia. Susana Díaz, a pesar de su imagen de mujer de aparato sin méritos especiales, ha parado el golpe y puede conservar el poder en un escenario de más participación, de irrupción de nuevas formaciones y de evidente fragmentación de voto.

El Parlamento andaluz es hoy más plural y diverso, pero los andaluces han continuado confiando en la marca que lleva gestionando la autonomía desde siempre y –dato importante- queda claro que los graves casos de corrupción que afectan la Junta no pasan factura. ¿Quién había dicho que la corrupción tiene un impacto mayor en el público de izquierdas que en el de derechas? Habrá que ver si Díaz gobernará en minoría con acuerdos concretos o buscará un pacto estable con Podemos o C’s. Para los de Iglesias y los de Rivera resulta muy difícil asumir o rechazar un eventual pacto, porque todo puede influir en las expectativas de crecimiento de sus formaciones en las locales y autonómicas de mayo, las catalanas del 27-S y, sobre todo, las españolas de final de año. Los apóstoles de la supuesta nueva política tienen aquí el primer gran reto.

El hundimiento del PP hace época, un retroceso que beneficia la aparición de C’s, de la misma manera que la caída de IU (más el aumento de votantes) permite que Podemos sea la tercera fuerza. El resultado es malo para Rajoy y no es muy bueno para Sánchez, que no puede hacer extrapolaciones dado el papel especial del socialismo en Andalucía. Los únicos que pueden sentirse satisfechos son Iglesias y Rivera, que sí pueden especular con trasladar su éxito a otras partes. La cúpula de C’s ha conseguido que estas siglas dejen de ser un partido exclusivamente catalán, un fenómeno a tener muy en cuenta durante la campaña de las autonómicas de mayo. Es una oferta que puede penetrar con eficacia en franjas del electorado conservador.

La presidenta andaluza adelantó los comicios y la jugada no le ha salido mal. Se ha quedado igual pero tiene enfrente a un PP debilitado, lo cual le va muy bien. Si el PP hubiera ganado la batalla de Andalucía, la moral del Gobierno para encarar el 27-S sería muy alta. El traspié genera malhumor en la Moncloa, que designó al candidato popular. Ahora bien, no hay que sacar conclusiones precipitadas en Catalunya: el PP quiere ganar antes de que los catalanes vayamos a votar.

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