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Francesc-Marc Álvaro | Recrear el passat
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17 abr 2015 Recrear el passat

Siempre resulta fascinante comprobar que un país con una historia tan corta como EE.UU. tiene una gran afición a recrear su pasado. Paradójico. Con motivo de los 150 años del asesinato del presidente Lincoln lo hemos vuelto a ver. Gente vestida de época que interpreta, con muchas ganas, papeles de figuras importantes y de anónimos, un espectáculo que conecta con una manera muy americana de entender la memoria colectiva. Muy americana y también muy de Hollywood, que es la máquina de divulgación más eficaz que hay. Algunos estudiosos relacionan esta juventud de la República con la necesidad de subrayar (de vender y de explicar) una historia que, si se compara con las naciones europeas, tiene muy pocas páginas. Los europeos quizás estamos siempre a punto de saturarnos de historia, el pasado nos pesa demasiado y, a veces, es una mochila que nos obliga a andar con dificultades. Los norteamericanos parece que pueden tratar con el ayer de una manera más deportiva, de una manera que puede parecer más sana y más ingenua.

Pero nada es tan simple. Más allá de las recreaciones, el pueblo de EE.UU. tiene también sus fantasmas y traumas, el principal de los cuales es, justamente, el de la esclavitud y la guerra civil. Por no mencionar episodios más próximos como la guerra de Vietnam o la lucha por los derechos civiles. Recrear lo que pasó (o lo que se ha podido saber de lo que pasó) no vacuna contra los conflictos del presente. Lo hemos visto cuando aparecen noticias sobre violencia de tipo racista. Obama, el primer presidente afroamericano, habló mucho de historia en el discurso que pronunció después de su primera victoria electoral: quería dar un mensaje que fuera a la vez de reconocimiento del dolor de muchas generaciones y de superación de los prejuicios más enquistados. Ya con el poder en las manos, y más allá de las bellas palabras, Obama se ha dado cuenta de que no es fácil desmontar inercias, desconfianzas y distancias, que determinadas situaciones no dependen sólo de las buenas intenciones y la determinación. Cambiar realidades muy duras obliga a hacer muchas políticas, y no todas pueden ser al mismo tiempo ni con la misma intensidad.

Admiro la manera como los estadounidenses disfrutan recreando el pasado. Se les da bien. Aquí, en cambio, tenemos más gracia con los pesebres vivientes y los carnavales, pero todavía no somos bastantes buenos en este género, aunque, a raíz de las conmemoraciones de 1714, se ha hecho algo en esta línea. Entre nosotros, estos ejercicios generan muchas críticas y polémicas, hay siempre almas dispuestas a denunciar mil y una manipulaciones con barretina. Se ve que sale más a cuenta hacer, por ejemplo, como la Fundación Nacional Francisco Franco, integrada por ilustres personas que no recrean el pasado, viven en él.

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