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Francesc-Marc Álvaro | Pronunciar-se a pèl
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21 sep 2015 Pronunciar-se a pèl

En las películas del destape -cuando aquella transición donde nadie hablaba de los corruptos oficiales que saquearon al personal durante cuarenta años- siempre salían chicas desnudas porque «lo exige el guión». El guión de hoy, por lo visto, implica que los poderes informales -antes decíamos fácticos- aparezcan en el debate político a pelo, sin pantallas ni máscaras. ¡Viva la transparencia! La gran banca española ha subido al escenario mediante sus dos organizaciones, la AEB y la CECA, para advertir a los catalanes que el 27-S no voten a los que proponen la independencia. Resulta interesante el silencio de los demócratas españoles -incluidos los progresistas- ante un pronunciamiento inédito. Después de esto, las clases medias -muy castigadas- están todavía más lejos de ciertas élites. Por otra parte, ¿alguien puede creer seriamente que los bancos abandonarán un territorio económicamente dinámico y rico como si se tratara de Sudán del Sur o Somalia?

Giremos las cosas para ver mejor el despropósito: ¿se imaginan que la gran banca hubiera apoyado al soberanismo? ¿Cuál es la autoridad de este sector después del escándalo de Bankia? ¿Cuál es su credibilidad después de la estafa de las preferentes? ¿Cuál es la influencia de los banqueros sobre familias y empresarios cuando obtener un crédito es tan difícil? La patronal bancaria ha cometido un doble error: enemistarse con muchos de sus clientes y hacer que algunos indecisos se pasen automáticamente al sí. Lo que funcionó en 1980 contra socialistas y comunistas no funciona hoy contra Romeva, Mas y Junqueras.

El discurso del miedo -al cual ahora se suma la banca- se basa en el mito del periodo transitorio, según el cual la sociedad no podría soportar los costes de pasar de una Catalunya autónoma a un Estado catalán. Como ha explicado muy bien el economista Miquel Puig, «no hay independización de facto sin acuerdo, y con acuerdo no hay periodo transitorio». Catalunya será una región de España hasta el día antes de ser un Estado independiente reconocido, lo cual niega los hipotéticos dramas de un país perdido en el limbo. Para decirlo como los padres de la transición: se trata de ir de la ley a la ley. A la hora de la verdad, ni Madrid ni Barcelona querrán el caos, ni Bruselas. Si el 27-S el soberanismo obtiene una mayoría clara, habrá que hacer política al estilo de británicos y escoceses. Escribe Puig: «Tarde o temprano tendrá que haber un referéndum con garantías, censo y observadores internacionales». El Cercle d’Economia -que no es soberanista- también lo ve así.

Queda para filósofos, asesores electorales y expertos en marketing un debate bonito: ¿qué gana la banca enseñando sus intenciones sin disimulo?

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