ajax-loader-2
Francesc-Marc Álvaro | Paco P, país impossible
3576
post-template-default,single,single-post,postid-3576,single-format-standard,mikado-core-2.0.4,mikado1,ajax_fade,page_not_loaded,,mkd-theme-ver-2.1,vertical_menu_enabled, vertical_menu_width_290,smooth_scroll,side_menu_slide_from_right,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.5,vc_responsive

23 oct 2015 Paco P, país impossible

Le recuerdo con nitidez: sentado en un taburete, en un bar de nombre olvidado, con vestido y corbata, con un vaso largo en la mano, conversando animadamente con los que entonces éramos jóvenes y queríamos saberlo todo. Él hablaba con agudeza y elegancia de política y de literatura, de la Valencia que tanto amaba, del Madrid que tan bien conocía, del país que soñaba. Lo escuchábamos fascinados, animados. Hablo de la capital valenciana de los noventa -debió de ser una noche de los Premis Octubre- y de Francesc de Paula Burguera -Paco P-, escritor y periodista de Sueca, figura importante del valencianismo político y la cultura expresada en la lengua de Ausiàs March. Paco Burguera nos ha dejado y eso nos hace pensar -otra vez- en la historia que pudo haber sido y, finalmente, no fue.

Salva Enguix ha escrito en este diario que Burguera fue hombre de reflexión y de acción política a la vez. Es cierto. La batalla por la cultura y la batalla por una democracia que integrara la diversidad nacional eran lo mismo. Paco P -amigo de su convecino Joan Fuster- se dedicó a salvar las palabras -poesía y teatro- y después intentó articular un valencianismo de centroderecha, ilustrado y liberal, capaz de ser asumido por una parte de las clases dirigentes y medias valencianas. Pero no salió adelante. Chocó con lo que los marxistas llamaban «las condiciones objetivas». La burguesía catalana no tuvo un duplicado equivalente en el sur, pero gente como Burguera imaginó un espacio político que no condenara el valencianismo a la marginalidad. Para hacerlo, fundó partidos e, incluso, fue diputado al Congreso por la UCD, pero pronto se desengañó de la voluntad autonomista de los que rodeaban a Suárez. Compromís es, hoy, un éxito que debe mucho al obstinado picar piedra de valientes como Burguera y otros.

Veo ahora -en el jardín amable de la memoria- a Paco P sonriente y explicando alguna historia, con un sentido del humor eléctrico, tomando un whisky y sugiriendo ideas con una pasión moderada por la membrana de la ironía. Él era la Valencia civilizada, la que quería hallar caminos de convivencia en el marco estatal sin convertirse en la sucursal ni la playa de nadie. Él era también la constatación amarga de que el País Valenciano había escogido un plan que lo dejaba todo en manos de políticos que sólo querían hacer carrera en Madrid. Lo explicó en un libro desencantado que hay que releer ahora: És més senzill, encara: digueu-li Espanya, dolorida y realista meditación sobre un país a medio hacer, unas élites dimisionarias y una identidad menospreciada. Paco P sabía, por ejemplo, que olvidar el corredor mediterráneo no es una casua-lidad, sino el resultado de una determinada idea del poder. Como que Raimon fuera -hasta hace poco- vetado y silenciado por las instituciones de su tierra.

Etiquetas: