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Francesc-Marc Álvaro | Els trens, altre cop
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17 jun 2016 Els trens, altre cop

He escrito tantos artículos sobre la penosa situación de cercanías de Renfe que tengo la sensación de que ya está todo dicho y que la queja desde los medios puede acabar siendo una especie de ritual vacío para apaciguar la rabia y la indignación. Hace unos cuantos días que el habitual servicio deficiente se ha convertido en muy deficiente (huelgas oficiales, huelgas encubiertas, imprevistos, averías) y los clientes/usuarios volvemos a constatar que somos las víctimas de una política ausente que da como resultado el caos cotidiano. Lo peor de todo es que nos hemos acostumbrado y sólo protestamos un poco cuando la incompetencia crece por encima de los niveles ordinarios. Hemos asumido los retrasos sistemáticos y las aglomeraciones que convierten los vagones en latas de sardinas, pero todavía no queremos considerarnos objetos abandonados a nuestra suerte en un andén sin información.

Ahora se ha sabido que la red ferroviaria de Catalunya tiene 126 puntos negros que requieren obras y reparaciones, y que eso obliga a los trenes a disminuir la velocidad más a menudo de lo habitual, lo que genera muchos retrasos; algunos de estos puntos esperan intervención desde hace quince años. El conocimiento de estos datos confirma que la dejadez oficial es la primera causa de que cercanías funcione tan mal. No estamos hablando de enviar naves a los planetas más remotos, se trata de gestionar vías y trenes que lleguen a la hora. Hay muchos países que lo han conseguido desde hace décadas. Por ejemplo, los Ferrocarrils de la Generalitat –que no dependen ni de Renfe ni de Adif– ofrecen un buen servicio. ¿Se podría poner fin al inframundo de cercanías? Sí. Invirtiendo el dinero que toca en vez de eludir la responsabilidad con cinismo. En este sentido, que todo un ministro diga que la causa principal del colapso ferroviario son los robos de cobre es más que antológico.

La Conselleria de Territori ha presentado un requerimiento a Adif por el mal estado de la infraestructura de cercanías. Si no hay respuesta, el Govern podría presentar un recurso contencioso-administrativo ante la Audiencia Nacional “por inactividad de la Administración”. Es un gesto, pero llega muy tarde. ¿Por qué no se hizo antes? ¿Por qué estamos tan desprotegidos los usuarios? ¿Por qué nadie de Adif dimite? ¿Por qué Adif actúa como un ente más propio de una dictadura que de una democracia? ¿Por qué el Gobierno español incumple sus obligaciones? ¿Cuántos muertos tendrán que producirse para que se haga lo imprescindible?

Vergüenza es una palabra que no describe con suficiente intensidad lo que se vive en cercanías. Quizás por eso, estos días, no verán a ningún político popular ni socialista (indígena o de Madrid) haciendo campaña en las estaciones de Renfe ni en los trenes. ¿Qué casualidad, verdad?

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