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Francesc-Marc Álvaro | Adéu al «pal de paller»
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09 jul 2016 Adéu al «pal de paller»

El nuevo partido (todavía sin nombre) hijo de la vieja Convergència no podrá ser “pal de paller” de nada, porque la Catalunya de hoy tiene poco que ver con la de los ochenta. Vamos hacia un país sin mayorías absolutas y con muchas opciones. Supongo que los refundadores lo saben. CDC –ayer solemnemente liquidada– nació en 1974 con la intención de ser “el pal de paller” de la política catalana, según la conocida metáfora de Pujol. Y, durante unos años, lo consiguió. Era una manera de subrayar la centralidad cuando esta palabra todavía no se utilizaba.

En el Programa econòmic i social de CDC, editado en enero de 1977, antes de las primeras elecciones, este objetivo se explicaba así: “CDC, en su voluntad de vertebrar un gran movimiento nacionalista catalán, se dirige principalmente a la gente nacionalista y demócrata, a la gente con actitud constructiva y con mentalidad de hacer país”. La CDC nueva nace, en cambio, cuando el mapa de partidos ha explotado y está en recomposición. Y cuando un cambio generacional y de mentalidad muy profundo obliga a repensar.

El “pal de paller” construido por el tándem Pujol-Roca ha desaparecido. No se prevén nuevos “pals de paller”. Estamos en un tiempo que no quiere ni pide partidos que agrupen a todo el mundo, aunque la coalición Junts pel Sí podía apuntar a lo contrario. Hoy ya sabemos que esta alianza entre convergentes y republicanos fue el espejismo de un verano excepcional. Por lo tanto, el nuevo partido de los convergentes parte –debería partir– de la aceptación de que dentro del independentismo tendrán que convivir (colaborando y/o compitiendo a la vez) varios proyectos y ofertas electorales, con todo lo que eso representa. La centralidad no sólo se ha movido desde el 2012, también se ha redistribuido entre más actores. Esta mutación es más importante de lo que parece: la nueva CDC, aunque quiera ser mayoritaria y plural internamente, ya no será un catch-all party como su antecedente. Los nuevos convergentes deberán hacer un esfuerzo para marcar bien su perímetro ideológico, sobre todo respecto a ERC, la otra formación independentista con vocación mayoritaria. Que Demòcrates no se haya sumado a esta refundación ilustra lo que decimos, e invita a pensar que el minifundismo es el gran peligro del independentismo de centro y centro-derecha. En Catalunya no habrá nada que se parezca al SNP de Escocia, verdadero “pal de paller” soberanista allí.

La discusión encendida y ridícula sobre el nombre del nuevo partido que dominó la primera jornada del congreso puede parecer anecdótica pero es un síntoma inquietante. Un síntoma de cierta improvisación y del escaso debate ideológico que ha precedido a esta refundación. La bronca por el nombre pone de relieve la ausencia de discusión sobre las ideas. El llamado “torn obert” –que ha recogido la opinión de la militancia– no ha sido este debate de fondo, que es imprescindible para articular con nueva credibilidad un espacio socio-electoral que necesita dejar de jugar a la defensiva.

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